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Historia
Hechicero de sirenas.

Hechicero de sirenas.

Autor: DiegoAlmary
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Capítulo 1 1

Palabras:2249    |    Actualizado en: 17/04/2024

ól

, se cubrió con un gran manto de lentejuelas, sem

s plateados que al chocar con chimeneas y cornisas dejaban en las sombras ciertos

con las pequeñas olas la barca oscilaba de un lado para otro. La madera caoba estaba bastan

barca contando las estrellas que acompañaban a la luna en el escenari

u cabello despeinado le hacía lucir un toque rebelde y s

o de su rostro, la giró y depositó un beso cursi sobre esta. Se incorporó despacio hasta que quedó sentado obser

rcibieron el calor que producían sus cuerpos. Él acarició sus labios con su n

se acostó boca arriba poniéndola sobre él sin importar mojarse con su cu

s y luego reposó su cabeza en el pecho del joven escuchando los latidos de su corazón. Después

ra gruesa y apacible. Ella s

ontestó menea

ue es científica — le dijo el muchacho —y

—le dijo ella mientras

de que cambien las cosas? — l

— le preguntó com

ejos de tu encier

ella brillaron en anhe

sumergió su cabeza en el hueco que formaba

levar por el amor y el deseo, y para cuando el alba tocó la ciudad,

ítu

no perderme en el hilo de los recuerdos. Muerte, sangre, las heridas en mi alma cicatrizaron, pero e

s y atendiendo gente. Sé que no era tan malo, pero me aburría, sentía que para mí ni el cielo era el límite, quería volar, viajar, conocer. Algún día, cumpliría mi sueño, viajar a través de la inmensidad del océano, encontrarme con ancianos en los puertos para que me contaran sus historias en las que vencen temibles tormentas y se quedan siempre

ser atacado por una de ellas. Muchas personas habían desaparecido en sus manos, siempre eran jóvenes, y en esa pequeña ciudad era ine

a transportando mercancía y pasajeros habían sol

entí pasos que se acercaban corriendo y

e giré rápido y vi a mi amigo

gro estaba despeinado y sus ojos azules miraban por encima de mi hombro. miré

ente, metí mis manos en los

o, en fin. ¿Qué ha

manos de mis bolsillos que estaban llenos de papeles

se el cuello. Se veía ansioso y

te hicieran los exámenes de sangre? asintió mirando al frente, y una pequeña arruga se

o poniéndose en frente mío y sujetándo

uno una semana después. Era mi único amigo, pero yo no era su único amigo, él a veces estaba con Jefferson y muy pocas veces, casi nunca, llegábamos a coincidir. En realidad, yo era un chico retraído y me costaba bastante hacer amigos,

las vemos y volveremo

solo pensar en su idea loc

nte, seguro que sí. Lancé a su cara los papeles y salí corriendo y mientras huía pude escuchar como escupía papeles por todos lados, e igual que siempre sentía la necesidad de devo

sabía que al final terminaría por convencerme.

ba nos miraba como bichos raros, y yo, simplemente disfrutaba forcejear con él, tratar de demostrarle que no podía conmi

s y me retorcí como un gusano tra

as bromas — dijo

de respirar a causa

compañas mañana a

traté de meterle los dedos a la nariz, pe

puedo decir? — dijo enterrando más sus dedos

n —me comenzaba a

caricié mi estómago que dolía como el demonio —es igual de amargado que

n de ser criaturas sin conciencia, como un tiburón o una piraña — le dije sin ayudarlo a levan

idea de ir hasta allá y ver una, se honesto Ray — fue entonces cuando tuve la oportunidad en mis manos, la oportunidad de haberlo cambiado todo, de haber evitado tanto. La tuve tan cerca que no la pude ver, la idea de c

dor — solté afín y la c

ía. Veinticuatro horas antes de que cam

gual forma me dio el helado. El parque estaba lleno de personas que disfrutaban del calor del sol abrasador en la piel y de la brisa marina que

ésima. Bajé la cabeza y entre los miles de recuerdos que se amontonan ahora en mi mente pienso que no debí haberla levantado, ¿Hubiera sido mejor? No lo sé, porque la encontré en cuanto lo hice, a mi mayor amor y mi mayor dolor, con e

o enorme. En ese entonces no era precisamente tímido, pero la muchacha era bastante

o a un metro de mí y yo asent

como desconfiada. Estiró la mano para que le entregara el sombrero, pero yo estaba ner

entregué el sombrero y ella se alejó recorriendo el mismo camino por el que había llegado a mí y me

quedé mirando la figura delgada hasta que desa

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