bía que lo primero era alimentar a su pequeño hijo, Dylan Brabery. Mientras lo sostenía en brazos, nada
una entrevista de trabajo -mientras Siena hablaba con su peque
he. Selim, ¿Estás segura de que puedes cuidarlo? -como toda madre prime
ular, allí ya está guardado mi número, ¿Está bien? -Selim sabía que Siena no estaría tranquila dejándola con
decerle. Desde que se conocieron, no se había separado. Ambas se habían brindado apoyo mutuo en cada prueba que les ofrec
estaban heladas. Solo ella sabía lo
stino -el chofer del taxi la miraba a través del es
uel hombre captaron la atención de Siena, pero luego las dejó pasar como una afirmación más que c
frente a aquel imponente edificio, sus nervios aumentaron considerablem
-la mujer frente a Siena parecía no estar acostumbra
tarla. A medida que escribía, no lograba convencerse de que conseguiría el puesto de asistente. En la parte superior del formulario, había un espacio para
llamado del gerente. Ya había sido llamada dos veces por el gerente y ella, sin prestar atención, seguía inmersa en aquel dilema
ba distraída! -Se disc
ella. Eran casi de la misma estatura y, en comparación, la mujer estaba bien presentada, llevaba una falda entallada, u
evidente que la belleza del lugar la deslumbró. Un hombre estaba parado frente a un imponente ventanal. Ella ima
rio pero elegante, revisaba el currículum vitae qu
ogró captar la atención del hombre. Parecía que el p
el hombre se posaron en el rostro de Siena. El nerviosismo la invadía de nuevo; tanto que se notaba al aclararse la garganta. Sin embargo, su corazón lat
l puesto. Pero hay algo que no la favorece, no tiene experiencia como asistente, a pesar de haber estudiado para secretaria -dijo el gerente, desv
usted... Sí, claro señor, así será
ente dejaron a la joven madre con la boca abierta, ya que no tenía fe en que el trabajo sería suyo. En ese momento, una sonrisa se dibu
erdido a Samuel, pero de ninguna forma iba a perder a su hijo Dylan. La noche se apoderaba poco a poco de la ciudad, el aire veraniego era el clima favorito de Siena. Decidió preparar algo rápido p
ción de Selim se posó en ella mientras ambas bebían. Las lágrimas amen
idiota que solo te hizo sufrir durante tantos años -las palabras de Selim, en cierta medida, le devolvían la
idad, había cambiado de trabajo por las noches y esas prendas ya no le servían para nada. El cambio en su vestimenta favoreció enormeme
. Los empleados iban llegando poco a poco, saludándola y dándole la bienvenida. Algunos mostraban
raño; el temor de encontrarse con un jefe autoritario estaba presente en su mente. Se imaginaba que su jefe sería uno de esos hombres corpulentos,
or la pantalla le pareció extrañamente insolente. Quizás fue su mirada oscura y desaprobadora, que parecía un roce íntimo y desafiante. A pesar de haberse esforzado siempre tratar de proyectar la imagen de una mujer que disf
a en todo el cuerpo de Siena; sentía que sus piernas se negaban a responder y su
unto curioso aquel hombre que estaba frente a ella,
ntes de que pudiera terminar su presentación, el hombre misterioso la interrumpió. Las miradas d
la guío hacia la puerta de la oficina de su jefe, conocido por su auto
cortado parecía esconder un rizo natural. Tenía la piel morena y la boca más sensual que había visto en un hombre, aunque apretaba los labios en un gesto hosco. Era sorprendentemente apuesto, casi asombroso. Y tan letal como una hoja de acero templado. Asher Croset
vil, ya tenía al hombre asombroso frente a ella. Los nervios la traicionaron; a
za la mía -dijo Siena
ermanecían sudorosas y frías. Una extraña sensación se apoderaba de ella, una mezcla de emociones que pensó no sentiría jamás. Había una atracción en
tan valioso en el trabajo -expresó Asher. Sus ojos oscuros resultaban aún más atractivos de cerca,