Enamorado de la niñera de mi hijo

habitación con una intensidad que hizo q

tenciando un destino irrevocable. Sus ojos, una mezcla de frustración y determinación, no mostraban ni un a

a. ¿Cómo había llegado a este punto? Una noche de alcohol, risas y decisiones impulsivas. En aquel momento, t

tir no cambiaría nada. Las consecuencias de aquella noche loca ya estaban sobre el

pecho. Ella se dirigió hacia la puerta, lista para dejar atrás no solo el encuentr

ero las palabras eran frías, desprovistas de amor. Sin más, cerró la puerta detrás de e

l sofá, sintiendo la carga de la paternidad caer sobre él como una manta pesada. Podía sentir a Leo, un

había optado por el camino de la evasión, él no podía hacer lo mismo. Tenía que prepararse, aprender y conv

o también una chispa de esperanza. No iba a ser fácil, pero Liam sabía que la vida de su hijo dependería

años d

eso pensaba, pero el instinto le decía que algo no estaba bien. Miró a su alrededor y notó la ausencia de su pequeñ

istiera. Allí estaba Leo, sentado sobre el suelo, con un rotulador permanente en una mano. Y alrededor de él, la cocina era un desastre total. Las paredes, los armarios, y h

Dibujaba concentrado, como si estuviera en medio de un proyecto importante. Cada línea t

as pudo c

la voz firme y un to

n poco de culpa. Pero antes de que Liam pudiera alcanzarlo, el niño soltó el rotulador, se l

sa, una leve sonrisa que intentaba disimular. Aunque estaba claramente molesto, había algo en la energía y

s brazos, riendo y protestando al mismo tiempo. -Pequeño artista, ¿qué estabas pens

ción. -¡Papá, estaba decorando la casa! Dijiste que la cocina

, negando co

la forma correcta. Ahora vamos a limpiar todo esto,

superficies, Liam se dio cuenta de lo mucho que había cambiado en los últimos cinco años. Aquellos días de incertidumbre, en los que había temido ser un ma

significaba aquel niño para él, cuánto lo había cambiado y lo había enseñado a ver l

s hombros. Leo era su mayor adoración, sin duda, pero las responsabilidades de la paternidad en solitario lo desgastaban más de lo que estaba dispuesto a

os, y sus amigos... bueno, la mayoría seguía una vida distinta a la

que se quedara en la guardería del gobierno. A Liam no le gustaba mucho la idea de dejarlo ahí, no siempre parecía un

ente callado al entrar, con el ceño fruncido y los labios temblorosos. Liam intentó calmarlo, hincándose a su altura y susurr

en voz baja pero clara, como si esa afirmac

ras. -Sé que no te gusta mucho, campeón, pero prometo que voy a estar aquí en cuan

lo miró intensamente, y con una voz rota, dijo algo qu

y por un momento, no supo qué decir. ¿Era cierto? ¿Era él un mal padre por dejar a Leo en la guardería cuando lo que más quería era esta