ular del bosque, el cielo estrellado desplegando un manto de tranquilidad sobre el paisaje. La luz de la luna llena, filtrada a travé
en sobre las hojas secas del sendero, creando un eco suave que resuena en la serenidad del bosque. Cada una lleva un saco de le
iene en un pequeño lago
pera, que
recen iluminarse con una luz blanca azulada, un destello fugaz que se refleja en la superficie del lago. El resplandor es efímero, y cuando sus o
la cabaña, una sensación inquietante les recorre la espalda. No es solo el frío cortante que les provoca un escalofrío, sino también la creciente sensación de que no es solo aq
rra su madre, deteniéndose por un instante y
labios y asiente
apresur
s se funden en las sombras. Las hojas secas crujen bajo sus botas mientras avanzan, el peso del saco de leña se siente cada vez más agotador. De repente, un ruido inesperado las hace detenerse en se
bas tiemblan frente a una criatura grotesca, de más de dos metros de altura, con un cuerpo descomunal que amenaza con desgarrar la poca humanidad que aún le queda. Sus músculos, marcados bajo una piel cubierta de un pelaje gris, espeso y desordenado,
éndose en esta aberración. Los botones de su camisa han saltado, dejando la tela abierta sobre su torso peludo. La larga gabardina se aferra a sus brazos colosales, con las costuras a punto de reventar,
ela, incapaz de reaccionar. Un frío punzante se instala en su columna vertebral,
uviera bañado por la luz de la muerte, y sus fauces gotean una saliva densa que brilla como pl
, firme, desafiante, mientras se interpone entre Elara y las criaturas.
de en un
omen con una facilidad repugnante. Un sonido húmedo y espeso llena el aire, y enseguida la s
en, pero ya no hay palabras, solo un gorgoteo sordo. La luz en sus ojos s
la observa sin comprender. Su mente se niega a aceptar lo que acaba de ocu
. Sus oídos zumban, su visión se torna borrosa por las lágrimas. Su mente se des
un pañuelo, y no pasa mucho cuando la negrura de la inconsciencia comienza a envolverla. Sus parpadeos se vuelven cada vez más lentos, y el mundo a su alrededor se desdibuja en un remolino de sombras y sonidos distantes. La última imagen que ve antes de ser arrastrada a la inconsciencia es