ina y a soledad l
provisado en la mansión de Alejand
, un paisaje vibrante que no sentía mío.
levaría la firma de Isabella, la acla
ría de lujo era un trozo de mi vida q
se abrió con un chi
do taller. Me miró con la misma frialdad de siempre,
tá term
mandato, no
o, sin levantar l
de la próxima semana. El dinero se tran
rmano
infierno. Su tratamiento médico, carísi
rcó al lienzo, i
si tan bueno como
cautiverio. Él creía que yo, en la escuela de arte, había
da por los celos, me robó un portafolio e
. Mi retribución. Ser su e
euniendo el poco valor que me qu
iquiera
ado, Sofía.
Luis. Su
ortante. "Ese es nuestro acuerdo. Tú produ
vuelta p
antes de poder detenerlas. "Antes de todo esto.
a puerta, dánd
í ver un atisbo de
, su voz extrañamente hueca. "Tú me decepcionaste
nuevo en la penumbra, con el olor a pintura y