ación. La gente del pueblo, que un día me admiró, a
a le prohibió acercarse a
bre el ataúd, sentí que me enterraban con
eció a mi lado, como una sombr
. No dijo nada. Solo se quedó al
ue olía a muerte y a flores m
ave y calmada, "sé que no
l suelo de baldosas,
oy a dej
s vacíos encontraron los
ordatorio constante de tu dolor. La gente
sa gritaba el nombre de mi madre.
conmig
ejó sin aire. Par
Qu
frías baldosas. Tomó mis manos helad
cir una palabra en tu contra. Te protegeré. Te daré un refugio,
tenía? ¿Morir de pena en esa casa vacía
desesperación. Era el alumno predilecto de mi padre,
prometían seguridad
o, en mi más absoluta
un hilo roto. "Sí, Mat