del presidente. Era la noche de nuestra fiesta de compr
ra el centro de su juego macabro: Máximo lanzó un dardo, clavándo
a su lado. Me humilló públicamente, diciendo que yo sería la asistente personal de su futura esposa. Luego, los amigos de Máximo y Sasha me arrastraron
amor, mi inocencia, se convirtieron en un ar
uelta en el salón privado de los Castillo, Máximo sostení