onvirtieron en un estudi
obsesión. Mi cuarto era un santuario de conocimiento, con notas adhesivas cubriendo las paredes y el olor a café
padre, y en mi vida pasada, esas palabras se habían
do, vivía en un mund
apuntes. Sus tardes consistían en ir de compras, salir con amigos o simplemente holgazanea
ra esto. Sofi es la del cerebro
ndo de esa autocompasión había una profunda y corrosiva pereza. Ella no querí
incluso le preparaba guías de estudio. Pero cualquier gesto de ayuda, por más genuino que fuera, ella lo interpretaba de dos m
ar a los demás. Se ofendía si no le ofrecías ayuda, y se ofendía si se la ofrecías porque "la
o de todo est
ma de Int
ue yo tenía, se volvía extrañamente pegajosa, casi servil. Me traía pequeños regalos sin
Sofi en el examen", pensarí
dio, y se lo transfería a ella. A cambio, yo recibía su fracaso, su calificación medio
d de mi habitación, el odio her
dio frío
a en un arma. Odiaba cómo me había hecho dudar de mí misma, cómo me había conven
es y ascensos. Me robó la co
ontarla. Gritarle en la car
me de
bruta no fun
igente que ella. Necesit
ma saltara dentro sin dudarlo. Tenía que hacerle desear tanto robarme algo,
más de una semana para el examen
no le darí
ganza: un fracaso tan espectacular y públic
ra verlo, con una so