masiado silenciosa, demasiado limpia. Era la cena familiar de cada mes, un ritual que llevaba diez años soportando por Sofía. Ell
traje impecable y sonrisa fa
ser cálida, "por el nuevo proyecto de Eduard
asiento, un tipo de casi treinta años que vivía de subir fotos con ropa pre
moverse, ¿entiendes? No como otros q
la sangre subir a mi cara, pero me contuve. Sofía a mi lado se rio, una risita n
aunque en su tono no había regaño, sino complicidad. "Deja e
el que yo había construido desde cero con mi trabajo, con el dinero que había ahorrado durante años, el que había pue
dres, su increíble habilidad para no hacer nada productivo. El tío Carlos anunció que le comprarían un coche nue
gastronómico que había visitado "Fuego Lento" y había escrito una reseña espectacular. P
en la sala, y Eduardo, con una confianza
"Como ahora vas a ser de la familia, pues... se me ocurrió que podrías prestarme unos doscientos
ero nunca de esa forma tan descarada, tan directa. Miré a
sonrió,
y con el dinero", dijo, como si y
o, poniendo una mano e
te apoya. Lo que necesites, te lo da
z años, después de estar a punto de casarme con su hija, no era familia. Er
a espalda baja de Sofía, un toque demasiado íntimo, demasiado familiar. Ella no se apartó. Al contrario, por un segund
sas cómplices, las veces que los encontraba hablando en susurros y s
ersación se detuvo. Cuatro par
je, mi voz sonando ex
na, con falsa preocupación. "Pero si todav
, respondí, mirándola directamente
, denso, casi se podía tocar. La so
tás hablando?", susu
a. Mi mente ya no estaba allí. Estaba repasando diez años de relación, die
taba a su nombre. Una ola de frío me recorri
teléfono. No llamé a mis amigos. No llamé
Necesito que nos veamos mañana a primera hor
sa que nunca había sido un hogar. La rabia que había estado conteniendo em
Y yo iba a recup