do del Año", nuestra casa en Polanco era el epicentro d
abras casuales destrozaron mi mundo: mi esposo, el brillante
Miré su sonrisa, sentí el peso de su brazo y entend
os", sus llamadas misteriosas; todo
de su perfume en la ropa de mi esposo, e inclus
esos, pero una determinación feroz se encendió en mí. La abog
z iba a enfrentar el caso de su vida, y yo, Sof
gital, envié mi primer mensaje: "Necesito
a mi tormenta, yo planea