a un paso hacia una nueva y terrible claridad. Detrás de él, escuchó a S
se la salsa de los ojos con manos temblorosas. Ricardo se inclin
trona ya te ganaste el cielo? No eres más que un arribista, un muerto de hambre buscando trepar. Pero ten
Mateo, su voz ahogada por la humillaci
eto. El respeto se gana, no se compra con halagos baratos y comida callejera. Tú le llamas 'jefa' pa
la voz de Sofía sonó justo d
olo un desprecio helado. "Lo estoy educando. Enseñándole que ha
ofía, y su mano voló por el aire, conectando c
on de nuevo en sus oficinas. Ricardo no se inmutó. Ni siquiera parpadeó. Lenta
él lo limpias y a mí me pegas. Qued
y por primera vez, ella pareció acobar
resonando con una finalidad absoluta. "O se va él
llamarlo loco de nuevo. Pero la expresión de Ricardo la
o, luego a la cara d
serio, Ricardo. No
omenzó él,
¡No puedo despedir
atr
avor, hablemos e
re
hagas
os
naron de pánico. Le agar
oncluyó
lencio que lo dijo todo. Se negó a elegir.
ió lentamente
de su agarre. "Graci
ó para
gritó ella, desesperada, d
o, ni siquiera
casa, Sofía", dijo por encima
es de tacos rancios que ahora simbolizaban el banquete fúnebre de su matrimonio. La puerta del elevado