omero, y esta es la
so, el gran árbol sagrado en el centro del reino, cuyas hojas susurraban profec
espuestas en los cie
de la sequía, de la invasión bár
os, mi propio hermano, el Príncipe Carlos, y
aba con
recida, para calmar el miedo que
l de mis músculos, escuché los gritos de
la Lámpara de las Almas, un objeto que su
s de invocación, creyendo que mi sufrim
pondieron, y San Migue
el inframundo, un l
que fue, es arrastrada an
aquí también, miles de ella
terno para l
imos nuestros hogare
da para s
más dolorosos, provienen de
odio que apaga cualqui
lamarte así, nos traicionaste a todos,
, ni siquiera me mira, pero
l pesa sobre tu conciencia, Sofí
te sentada en un trono de obsidiana, golpe
como el eco en una cueva profunda, "veremos los actos
a se materializa frente a todos,
espejo se ondula y
angrentada, no es
e San Miguel, h
damente al gran salón, soy yo, el día que me encontraron y me traj
orre hacia mí, es
zos, sus ojos llenos
dice, su voz temblando de emoción, "nunca más
niña asustada, le devuelvo el abrazo, sintié
n amor perdido, que un silencio incómo
arlos, a
lido, sus ojos fi
parta la vista, como si no pudiera soportar ver al
más para sí mismo que para los de
sma convicción, la primera gr
pueblo murmur
amor, la
a mí, un alma d
la duda, por primera vez, comienza a f
ra mostrar más, y yo espero, porque