uió fue casi tan ruidosa, resonando en los oídos de Valeria. Sus dedos finalmente en
orizando la cadena de números de cuenta y sociedades offshore. Era esto. Este era s
sos y rápidos. Al llegar a la puerta, esta se abrió
ías aquí?
jillas. Miró a Valeria y sonrió, una expresión engreída y victoriosa en su
vine a buscar un libro -mintió, señ
landado. -Tu presencia es una monstruosidad. Lárgate. -Luego volvió su atención a Karina-.
a organizarás. Considéralo tu disculpa a Ka
pero asintió entumecida. No tení
menús y dirigiendo al personal. Conocía íntimamente los gustos de la alta sociedad de la Ciudad de México; era una habilidad que se ha
ndeciente con un vestido incrustado de diamantes. Parecían un rey y una reina, perfectamente combinados y r
una luz suave y feliz que Valeria una vez creyó reservada para ella. Tuvo que apartar la mira
amigos ricos de Damián se apilaba en una gran mesa. Todos exclamaban de admiraci
contenía un juego de relojes de platino a juego, intrincadamente g
. -¿Están comprometidos? -susurr
leta. Se mantuvo erguida, su expresión ilegible, negándose a darles la satisfacción de verla desmoronarse. ¿Qué
ente antes de ponerse el reloj. Luego, con un brillo de
su voz lo suficientemente alta para que todo
alo. Había envuelto un hermoso libro de arte anti
ntar la tapa, no vio un libro. Dentro, acurrucada sob
ire. La araña salió volando, aterrizando en el vestido
cidentalmente" chocando contra Valeria con toda su fuerza. Estaban de pie cerca del bo
momento aterrador, estaba de vuelta en el océano de niña, ahogándose, las olas tiran
a fracción de segundo, una chispa de espera
en Karina, que chapoteaba y lloraba dramáticamente a unos metros de d
llas, su voz un murmullo frenético de preocupación. Nunca
sado. El agua estaba fría. El cielo de arriba estaba oscuro. Se rindió. Dejó que su cu