la gente comen
nton, la p
paz de matar a su prop
lencioso restaurante sonaban como gritos. Cada una d
hijo. El trabajo degradante, fregando pisos hasta que me sangraban las manos. Las palizas en la oscuridad, el miedo constante. Las cicatrices que me cubría
ojos llenos de furia. "
a chilló. El niño empezó a llorar. Y, como en una escena de una obra
a su hijo en brazos, con los ojos enrojeci
... intentó hacerle daño a nuestro
señaló con su dedo gordito. "¡Señ
rcó furioso y se interpuso entre su nueva
voz grave y furiosa. "¡Es solo un niño!
Un sonido ensordecedor se apoderó de mis oíd
con los ojos brillantes de orgullo. "Gracias, Eva", me había dicho delante de todos n
destruido de forma sis
en el restaurante. Eran mis antiguos colegas, gente a
etida llorando, su hijo asustado y yo, la exesposa e
a Eva B
ha descuida
la mejor reportera de in
opio hijo! ¿Qu
xpresión de gélida furi
voz peligrosamente baja. "No
eso era lo que quer
se por el lugar, fingiendo ser la amable víctima que había sido in
ndo empezó a discutir de nuev
por un instante. Vi que se fijaba en la tenue cicatriz, descolorida, que asomaba por el cue
ienda y compré incienso, billetes de papel para quemar, además de una p
xi hasta el
y la pulida estatua del ángel ya no se encontraba ahí. Además, sobre el mármol liso de la lápida de mi pequeño,
un dolor físico, como si las palabras se
", bal
clavaron en la piedra; se rompieron y sangraron, pero la pintura no se quitaba. Mi
a foto descolorida del rostro sonriente de Leo, mientras mi cuerpo se sacudía con sollozos que ya no pod
fría y fuerte, que me pegaba la ropa fina a la piel, pero no la sentí. Solo llo
odillada, arrancando todas las malas hierbas. Fui a una marmolería y ordené una n
con cuidado la nave espac
y limpio. "Leo, mamá te lo promete", susurré con voz ronca. "Quienq
movida únicamente por la adrenalina. David me esperaba en la sala. N
con la voz cargada de ira y otra cosa
decir nada, yendo
niéndome con la mano en la barandilla, "hoy es el
oscureció a mi alrededor. Mis p