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Oculté mi identidad como la única heredera de un imperio gastronómico, fingiendo ser una chica común y corriente so
o. Por duodécima vez, canceló todo por una de sus crisi
una pulsera de diamantes, exactamente la misma que yo había ad
ónito y tuvo el de
legrarte por
cos a la que soy mortalmente alérgica, un hecho que en nuestra tercera cita juró que nunca olvid
un reino. Así que hice añicos la maqueta de nuestro sueño compartido, compré un boleto de ida a mi cas
ítu
Cant
nco años que se suponía que íba
Ciudad de México, por fin estaba listo. Esta noche debía ser una celebración tranquila, solo Javier y yo, nuestros dos inve
sa para los inversionistas, el señor y la señora Garza, que admiraban los ladrillos restaurados del vestíbulo. Había pasado todo el día de
gran entrada, buscando a Ja
ntensificó hasta convertirse en un latido agudo y martillante. Su mano descansaba en la parte baja
el bolso de última moda. Tropezó ligeramente, un movimiento practicado y delicado que la hizo apoyarse en el pecho
a voz lo suficientemente alta como para
ió. Ni siquiera me
Le lancé una mirada que se suponía era una advertencia, pero se
ena, apareciendo a mi lado con un vaso de agua-
o significaba este proyecto para mí, cómo había volcado cada gramo de mi talento culinario e
sma escena que se había r
. Una lágrima solitaria y perfec
sta noche, pero... mi maqueta final para la presentación del proyecto del ma
por completo. Los Garza, los papeles, y
él, un pavor helado reto
s Garza est
, con el ceño fruncido con una seriedad q
, pero se apartó de fo
a, ah
s ojos muy abiertos e
Elisa. Sé lo importa
hacia mí, su expresión end
de Karla. Es una crisis. Te
n susurro-. Javier, otra vez n
que antes me parecía encantador ahora
rimera hora de la próxim
sintió como ce
ombros de Karla, un gesto protec
rla. Lo re
regreso hacia la puerta por la que a
s. Y cada una de las veces, la ra
cosas. Había llorado hasta no poder respirar. La ú
nte. Una extraña y escal
amé, mi voz un
a, volviéndose con un
l sonido haciendo eco en el espacio cavernoso. Me det
iendo a veneno y libertad-. Ve. La ca
ertado por mi fal
esperando una pelea-. Oye, te lo compensaré. Pasaré por ese cioppin
ndo la sonrisa cong
dije-. Maneja
aída antes de desaparecer por
e mi rostro en el segundo
e la Tratt
lemente, después de que lo pidiera para la mesa, que era mortalmente a
una servilleta para anotarlo. "Mariscos. Entendido
a en la parte de atrás de su carter
nte no le había importado lo s
les, pareció filtrarse en mis huesos, helándome desde aden
mente detallada, que descansaba sobre un pedestal en el centro del vestíbulo. Fue un regalo
ncié a los atónitos Garza y a una
ma se c
ellé contra el piso de concreto pulido. El sonido de la madera astillándose y
marlo todo hast

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