mpre elegía sentarse en la cuarta fila, junto a la ventana, con una libreta nueva, pero corriente de las que venden en el supermercado y un lápiz nuevo con la punta bien afila
ecibía invitaciones a fiestas que se anunciaban a úl
l, unos trillizos de piel blanca y ojos claros,
el más guapo era Adrián, el que mandaba; Luciano, el más rebel
stales de las ventanas estaban empañados. Selena copiaba las palabras del profesor cuando un murmullo m
carcajada helada la obligó a levantar la vista. Los
o el profesor-, ¿qui
n voz baja y clara. Mientras hablaba una sensación rara, eléctrica, le recorrió la
ar a favor, pero más atrás hubo un susurro de hombres que no pudo descifrar. Al terminar la clase,
jar pasar a un grupo de chicas perfumadas que hablaban sobre una fie
kwell no van
a resp
siemp
e sentía cómoda entre las altas estanterías, el olor a tinta y las largas mesas donde
e intentara sacar conversación y empezó a escribir un ensayo. Cada tanto alguien
reguntó un hombre
la vista era Elías con un cuaderno en la mano, un lápiz entre los dedo
artando la mochila
r algo inquieto, escribía, borraba, volvía a escribir. Mientras Selena intentaba concentrarse en su
n en clase -comentó Elía
rpadeó, s
ndió en un tono
la hoja en
en el respaldo de la silla de Elías. En ese momento el aire se ten
manos. Vestía una chaqueta abierta, su cabello estaba húmedo por
acer ningún movimiento-. S
ercó a Selena, inclinándose como
cambio, él sí -y señaló c
cesitaba presentaciones, era el líder. Había una cualidad en el silencio de Adrián que hacía que los demá
tó Adrián, con v
e o temprano -contestó L
rada y cerró el
ego -se despi
iera había hablado antes con él. Tal vez el profesor lo había pronunciado en voz alta durante la clase.
só gracia su reacción ante la presencia de los chicos más populares. Cerró el portátil y
a pan tostado impregnaba la barra mientras se colgaba el delantal. El supervisor
ente -comentó-.
traía ni siquiera con sus pensami
ero y saludó con un gesto; Luciano le siguió jugando con las llaves y A
guntó Selena, cuando los
no miraba el menú, levantó la vista en ese instante y p
s con la miel y sintió ganas de tragar
icano -pidió-
l botón de la máquina mientras el líquido oscuro llenaba el vaso. Al colocar l
entó Luciano dejando una propina mu
ar su vaso, Selena retiró la ma
mitó a deci
u bullicio, como si el volumen hubiera b
nos sobre el mostrador y recibió con una amp
agua y Selena se dejó caer en su cama en la oscuridad. El silencio del cuarto compartido le dio espacio pa
lido lejano sin poder determinar de qué dirección venía. Y a través de los árboles vio un b
ón de que alguien la había mirado desde muy cerca. Puso su mano e
uno de los edificios, tres sombras atravesaban
ente -dijo u
-comentó la otr
nada de la t
en la fiesta del viernes y aunque no lo s