e Ari
arlos esperándome: una emboscada
ortó el silencio, afilada y teñida del
esprovista de calidez; el Consejero dir
y por la frágil salud de Serafina
ellos, mis ojos
ta tu v
stuvo la
abras dirigidas al suelo-. Para calmarla.
trón. Cualquier unión que
a máscara de sumisión
esees,
retrato de frágil belleza. Corrió a mi lado
que esto te esté doliendo
, sus uñas clavándose en su carne, sacando gota
hilló, su lealtad una
mpre eres tú la que causa dolor,
o que cortó el último hilo de mi contención. Una risa se escapó de
ntré cada una de sus miradas por turno: mi familia, el hombre al que
ón. Me miró, una súplica desesperada en su mirada, y pude leer su petición s
ndo a un susurro helado
cibí la bala p
sco y la incredulidad luchaban en sus ojos.
sde la infancia, al que me había aferrado incluso en las horas más oscuras
 
 
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