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la sala de visitas, rasgando el aire viciado como una navaja. A Aimée se le trabó la pluma y una gota e
aba tras los fríos barrotes de acero: Laurence Bennett,
je hecho a medida. Sus zapatos pulidos reflejaban la luz y el reloj de lujo en su muñeca brillaba con una frialda
egla
es. En su vida anterior, los Bennett la habían atraído de vuelta a casa con las mismas palabras amable
era en aparecer. En cambio, la esperaban los matones contratados por Ry
cada rastro de su existencia, negán
rante tanto tiempo que se había
rante años, antes de descubrir la cruel ve
e Rylie traería prosperidad, mientras que Aimée misma era considerada una maldición. La desecharon como s
su renacimiento, llevándola de vuelta
lencio una alianza con Andrés Reid, un calculador magna
ejaba la pluma sobre la mesa con una compostura inquietante. Su voz baja y firme. "¿Y qué obtuve a cambio? Cumplí condena por l
s ojos. "Las cosas no eran simples entonces. Rylie no estaba lo suficie
Inclinó la cabeza, encontrándose con su furiosa mirada sin parpadear. "Dime, Laurence, ¿toda la familia Benne
or la habitación. Se puso de pie de un salto, con las venas tensándose a lo largo de su sien.
on en una sonrisa amarga mientras una risa
es y criada con migajas de bondad en algún pueb
sas pertenencias -un bolso de lona raído con las cos
omo un látigo detrás de ella. "Si te alejas de
hombro, Aimée respondió: "A un l
l rostro, haciéndola entrecerrar los ojos contra su brillo. La libertad, después d
ella, su pulida superficie brillando bajo el sol. La ventanilla tintada se deslizó haci
o el chófer. Saliendo con precisión practicada, el conducto
n ápice de vacilación, se desliz
s de la prisión. Su rostro se congeló en incredulidad mientras el auto
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