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Historia

Capítulo 3

Palabras:1093    |    Actualizado en: 07/11/2025

en mi cerebro. Pasé la noche mirando el techo de mi fría y vacía habitación, el dolor en mi abdomen un contrapunto sordo y

oras de la mañana, mi cuerpo gritando en protesta con cada paso.

Por un instante fugaz, un destello de preocupación cruzó su rostro

lió furiosa, su rostro una máscara de furia teatral. Sostenía un pequeño y exquisito huevo de

te superior... ha desaparecido!". Arrojó el huevo sobre la alfombra de felpa, el delicado objeto afortunadamente p

ue ella! ¡La vi merodeando la vitrina ayer! ¡Está c

evaporó. Corrió al lado de Fabiola, su expresión endu

i voz cansada. "Fabiola, no he

su rostro en el pecho de Javier.

de sospecha y desprecio. Emitió un nuevo decreto, su voz teñida de hielo. "De ahora en adelante, no tocarás n

. Una invitada. En la casa que había compartido con él dur

so a su habitación, susurrándole palabras tranqu

e cocodrilo, fijos en mí. "Javier, cariño", gimió. "Estoy tan molesta que no puedo comer nada. Pero se

ier lo sabía mejor que nadie. Estuvo allí una vez, hace años, cuando accidentalmente ingerí una pequeña cantida

o Javier de inmediato. "Haré

con Elena. Como una ofrenda de paz. Es hora de que enterremos el hac

idea", dije, mi voz temblando.

rrumpió Javier, su tono agudo de molestia. "Lo

", grité, la desesperación arañando mi garganta.

inocentes. "¿Alérgica? Oh, no ten

tica". Se volvió hacia mí, su voz bajando a una orden baja. "Te sentarás con Fabiola y

ocediendo. "No p

Puedo y lo haré". Me agarró del brazo, su agarre como u

, grité, trata

l brazo detrás de la espalda y me empujó hacia la mesa del comedor. Dos g

e almendras, su aroma dulce y empalagoso llenando el aire, un aroma que para mí era el

etrás de mí. "Có

r mi rostro. "Por favor

ozo del pastel y me lo llevó

le hizo una seña a uno de los guardias. El hombre me tapó la nariz, obligándome

e escupirlo, pero me tapó la boca

virtió en fuego en mis pulmones. Mi piel estalló en ronchas rojas y furiosas. Me ara

era y tintineante de Fabiola. "Oh, cielos", dijo, fingiendo

e preocupación o pánico, sino de fría observación clínica. Tenía un teléfono en la

o en espera. Quería verlo por sí

amor no solo había muerto. Se

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