img Las pastillas del Leteo  /  Capítulo 4 4 | 8.89%
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Historia

Capítulo 4 4

Palabras:1403    |    Actualizado en: 08/11/2025

la que, según su amiga, las dos habían sido estudian-tes. No tenía más remedio que creerle. No comprendía el mundo en el que había abierto los ojos, tampoco a la abuela qu

naba el miedo y caminaba leve con los libros en las manos, mientras la gente se distribuía a las distintas facultades y edi-ficios. ¿Cómo llegué hasta aquí?, se pregunt

despertaste! ¡A

ce poco... per

a mejilla-, algo así como tu mejor amig

sde que se conocieron, ha sido como una

s doña

os conocimos? -p

n la universidad... en don-de tú elegist

recordar detalles, cosas pequeñ

Antonio, ofreciéndoles un trozo

a-, porque esta tarde viene la familia y los amigos a sal

la y examinó por unos segundos a Andrea. Una punzada interna le alertó de algo: aquellas fac

memoria del lugar en

ntervino la abuela Graciela-, no te esf

la-. Andrea, acompáñame a mi habitación, estoy segura que ahí está

tó doña Gracie

escaleras: atravesó dos puertas cerradas, giró la perilla y encontró las cortinas cerra-das. Lo más grave fue encontrarse de bruces c

eatriz-, ¡alguien descolg

o Andrea-, hay

o los brazos-, no quieres que recuerde n

tas de entrada de la casa y luego las puertas con rejas que daban a la calle. Su mirada se estrelló con las buganvillas ro-sa de la entrada y con los girasoles plantados en

rendía su propia ra-bia, su impotencia. No recordaba cómo se llamaba ese sentimiento que se le arremolinaba en el pecho: ¿r

ijo Andrea, sosteniéndola del hombro, intentando a la vez de repone

pared limpia. Créeme, estoy segura que ahí est

discutir. De hecho, tengo una idea: no estamos lejos de nuestra universidad, es decir de la universidad

excel

ay alguien a quien me

frente a los cuales se paseaban personas de todas las edades: jóvene

pero siento que este espacio

stro espacio. Mira, hay una fila de cinco personas, voy a ped

ien. Gr

dado el sabor del

ja al amarillo. Así se sentía Beatriz en ese instante, como si todo comenzara a nacer en una escala de c

atriz?, claro que no puedo creerlo -es

¿quién

uedes saber-lo, pero yo fui tu compañera, aquí, en e

esentonaba con el rostro de dureza que pretendía aparentar. Sus ojos eran dos ardillas cafés que trepaban tímidamente por

diéndole su mano-. Lamento lo

én er

es un alivio, aunque

puedes contar alg

ro qu

encontramos o en qué circunstan

medicina que puede ay

mbro, abrió el cierre, metió la ma

mirando in-trigada a uno y otro lado, palpando el fondo

–dijo firme, con una band

empanadas-. ¡Ten

aquí, ¿re

–Andrea vio a Beatriz a lo

piresa ¿

lo que me quiere dar? –p

o –confesó Irene- y es

es alivio lo que mi

tió Beatriz tratando

de clavar los ojos a la recién llegada- alguie

hostilidad –contestó Ire

n este terreno, así que adiós her

a mirada de curio

parece que tu abuela tiene razón. Mira, ya es medio día, mejor nos tomamos este ca

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