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aría me había puesto era una broma cruel. Era un vestido ceñido y sensual, del tipo que solía usar antes del embarazo. Ah

acía picar y arder la piel. Era un recordatorio constante y agonizante de

os. -¿Esa es Audrey Fox? Cielos, se ha descuidado mucho. -Mírala junto a K

mpecable, su perfección radiante. Hablaban de Ethan, el esposo "sufrido", el que merecía algo mejor.

n, fría y firme, se aferró a mi brazo. -Ni se te ocurra -siseó, su agarre magullándome-. Te quedarás aquí,

e su supuesta magnanimidad. Yo era el telón de fondo, el con

dola en una jugadora formidable en la compañía. La multitud aplaudió salvajemente. Luego, le regaló un collar de diamantes, una delicada obra de ar

os, todos nuestros éxitos. Ella no es solo mi colega, sino mi compañera en la vida, en la

u voz plana-, ella dirige la casa. Kendall dirige la emp

o veían. Yo era una esposa cornuda, humillada públicamente y desechada. Sentí que la sangre se me iba del rostro, mis manos apret

cante, de los ojos críticos. La fiebre, olvidada por un momento en el torrente de humillación, resurgió. Mi cuerpo dolía, la picazón

la voz de Ethan. Suave. Preocupada. Estaba allí. Me estaba limpian

el consuelo que tan desesperadamente anhelaba. Solo por un s

ronca y entrecortada, rompi

diferencia casual-. Bien. No sabrá que estamos aquí. -El crujido de la ropa. Un suave gemido. Los inc

y golpéalos! Pero mis extremidades estaban pesadas, sin respuesta. Mi cuerpo es

nte de seguridad, ahora se sentía invasivo, repugnante. Me cargó, mi cuerpo lánguido una carga

su acto. Se me revolvió el estómago. Empujé contra su pecho, un sonido gutural escapando de mis l

an sido ligeros y alegres, v