palpitaba la cabeza, me dolía el cuerpo y sentía la garganta áspera y raspada. Las
né, mi voz un
e rostro amable y ojos can
? Está despierta.
urgencia frenética en mi vo
zó, una mirada de profunda tristez
Tu madre falleció anoche. H
ril, de alguna manera lo hizo más real, más devastador. Un sollozo ahogado escapó de mis labios, desgarrando mi garganta en carne
el dolor y una terrible comprensión que amanecía-.
aciló, sus ojo
ue la condición de su madre era crítica cuando la encontraron, y de hech
bía permitido. Se había quedado de brazos cruzados y había dejado m
go más frío, más duro. Ya no era solo tristeza. Era rabia. Un infie
ado ese amor con traición, con crueldad, con la muerte de mi madre. Se
urro feroz, las palabras sabiendo a c
os los arreglos para mi madre sola. Nadie del lado de Ezequiel llamó, nadie ofr
es lejanos. Ezequiel e Isolda no se veían por ninguna parte. Probablemente estaban celebrando,
mi madre, contra mi pecho. Era todo lo que quedaba de ella. Mi
incipal todavía estaba astillada, la señal de la violencia que se había llevado a mi madre. Caminé a través
Se sentó en un sofá impecable, una isla intacta en el mar
voz desprovista de
urna con m
oz plana, conteniendo el torrente d
un sonido
bajo presión. Estaba angustiada. Tú, llevándola a tales extremos
é boqui
la casa de mi madre! ¡La atacó!
si discutiera un negocio-. Simplemente se estaba defendiendo a sí misma y a su reputación. Y en cuanto a los paraméd
solda. O fingía hacerlo. Ya no im
acia mí. Sostenía un do
tunado incidente, le concedamos inmunidad legal. Un perdón form
erré l
one a la mujer que
endo el documento-. Para todos los
nqué el documento de la mano, haciéndolo pedazos. Los fra
dio-. Nunca perdonaré a ese mons
uego se endurecieron en una furia fría. Me agarró del brazo, su aga
ar, Brielle -gruñó-.
ando ante mis ojos. Mi agarre en la urna se aflojó. Cayó con estrépito al suelo, la tapa se abrió. Las ceni
por el dolor, sino por el horror.
lo de algo parecido al arrepentimiento o al shock. Pero desapareció tan
-dijo, su voz rígida-. Esto es o
ón borrosa por las lágrimas de rabia y
penas audibles, ahogadas por la desesperación-
alegre, uno que reconocí de Isolda. Revisó la pantalla y su rostro se suaviz
a contestar la llamada, de esp
¿Estás bien? -Su voz rebosaba
eno a mi agonía, a la profanación de los restos de mi madre.
inmediato. No te preocupes, me encargaré de todo. B
eocupación por Isolda. Se volvió hacia mí, su ternura
si eso lo explicara todo-. Se sentí
go hacia las cen
su bolsillo, papeles de divorcio y otro perdón para Isolda-. Los firmarás. O me ase
é decir, señalando las cenizas derramadas-. ¿Cr
emente s
violentamente. Estás molesta. Lo entiendo. Pero n
or hacerle ver, por romper su delirio-. ¡Siempre
íbula s
e no lo habría comprobado? Isolda está esper
papeles a
as trabajar, no puedas tener un hogar, ni siquiera puedas comprar comida. Todo lo que tienes, todo lo que podrías esperar, desaparecerá. Y si te atrev
derramadas. Iba a rescatar a Isolda, dejarme limpiar los restos de mi madre y obligarme a firmar mi libertad y mi derech
us ojos fríos
esto. -Hizo un gesto alrededor de la habitac
emente mientras miraba el bolígrafo, luego los restos esp
lástico frío y duro. Miré los papeles de divorcio, el perdón
triunfalmente, una sonrisa
acer una tarea simple-. Ahora, li
quiera un destello de compasión por mi devastación. La puer
angre. La enormidad de lo que acababa de suceder, de lo que acababa de firmar, se estrelló sobre mí. C
ra imposible. Se mezclaba con la sangre, con el polvo, con los fragmentos destrozados de m
ancadas de mi alma-. Lo siento tanto, tanto. No p
mí. Este no era el final. Este era el principio. Pensaron que me habían roto. Pensaron que habían ganado. Es

GOOGLE PLAY