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vehículo se detuviera por completo, Aarón D'Angelo ya había ajustado el nudo perfecto de su corbata de seda azul medianoche. No era un
ión más importante del conglomerado inmobiliario D'Angelo en la última década. El éxito era palpable, frío y matemáticamente sa
o a casa -murmuró el ch
de sus zapatos resonó en el vasto hall de doble altura. La casa era una obra maestra de la arquit
todo el clan: Doña Elena D'Angelo, su madre. No era una mujer que gritara o hi
cronómetro suizo-. Diez días. ¿La adquisición valió
un gesto que era más un reconocimient
nuestra posición en el mercado asiático
mirada evaluando su t
a puerta de la oficina. Tu compromiso personal también es un p
idad que usaba para desviar pregu
ú? ¿Cómo has estado? ¿Todo
única área donde Doña Elena había cedido el contro
bendición. -Doña Elena sonrió, una sonrisa genuina que Aarón rara vez veía-. Es
ficados que su madre había despedido por ser demasiado intrusivos, demasiado ruidosos o demasi
bre. Era un nombre con un sonido suave que contrastaba co
oficina ahora, terminando un informe para mí. Te sugiero que
n la mente de Aarón. En su mundo, l
ecesidad de cambiar su traje. Necesitaba repasar los informes de la casa a
ala de trabajo y biblioteca. Las luces estaban tenues. El aroma en el aire era de
e la sala de estudio, que su
ia Mo
s oscuros. Estaba sentada a una mesa de caoba maciza, inmersa en una pila de documentos, la luz de una lámpara de cuello de ci
impecable. No era ostentosa; de hecho, parecía la antítesis de todo lo que la familia D'Angelo val
arado en el pasillo principal. Había una paz en su concentrac
era su presencia. Sus ojos, de un marrón profun
nte para perforar la armadura de Aarón. No había sumisión ni a
smente, una diminuta
ró, volviendo inmediat
con su sola presencia, se sintió momentáneament
e su hogar, se había quedado grabada. Por primera vez en diez días, su mente no estaba enfocada en acciones, contrat
recordó. Es una emple
conscientemente la llave antigua que su madre le había dado hace meses, la que supuestamente abría la cerradura
ser trazada, y Aarón ya sentía e

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