oria

ana. La oscuridad de la noche era un manto pesado sobre la ciudad.

n estallido de fuegos artificiales. El mismo espectáculo que

na de un entusiasmo fingido. "¿Te gustan? Pue

mi oído. "No tienes que envidiar a nadi

n mis ojos. "No me gusta usar cosas usadas, Franco," susurré, mi

brazos. Esa era la verdad. Un

dijo, su voz ahora un poco más baja

ciales que explotaban en el cielo, cada

no y regresaba tarde, su paradero un misterio. Las sirvientas susurrab

, señora," dijo una. "Primero el col

una máscara de indif

ojos brillando de emoción. "Ven conmi

ró. Un mensaje de Rubí. "Pensando en ti, Victoria. ¿Qui

bí, semidesnuda, en una pose provocativa. La vi en la pantalla. Su rostro se

lbuceó, su voz tensa. "Tengo que irme,

a escapó de mis labios. Él se est

. Él dudó tres segundos. Tres eterno

n un bote de basura. "Todavía cree que soy suya," decía el mensaje.

o había dolor. Solo un vacío abrumador. Ya había

sajes de Rubí seguían llegando, cada uno más

en esa casa. Cada foto, cada recuerdo, cada objeto que m