las palabras se desgarraron de
stro asqueado grabada en mi memoria. De vuelta en mi dormitorio, bloqueé su núme
cualquier cosa que me recordara a él. Su vieja sudadera, un boleto de concierto, la pequeña foto enmarcada de nosotro
s, sus voces llenas de pánico. *¡Probablemente solo está confundi
es que te ayudó?*, intervino una voz, más suave, más insidiosa. *Él probableme
es bueno con las señales sociales, ya sabes*. Otra voz racionalizó, pintando a Mateo como una víctima indefensa e inocente de su propia brillantez. *¡Y
o confía en ti, ¡su novia dulce y comprensiva! Solo está
e el bote. Mis ojos se posaron en la pequeña pila de cartas dobladas, atadas con una cinta descolorida. Mi
En los márgenes, con una pulcra tinta roja, había correcciones. Faltas de ortografía, errores gramaticales,
que le das! ¡Atesora tus palabras, incluso si tiene que corregirlas gramaticalmente! ¡Es su forma de demostrar amor!*, se desmayaron Las Voces, i
ado en secreto durante una de nuestras sesiones de estudio en la prepa. Estaba encorvado sobre un libro de texto, con el c
daba despierto toda la noche estudiando y dándote clases! ¡Puso tu futuro académico por encim
ba. Los números nadaban en la página, las palabras se torcían y giraban. Estaba reprobando. Mis sue
u voz sorprendentemente suave-. Solo
ndo meticulosamente los conceptos, corrigiendo mis errores, empujándome cuando quería rendirme. Transformó esos confusos revoltijos de letras y números en algo que po
dolorosa culpa, me invadió. No solo me había dado clases. Me había salvado. Había visto mis dificultades cuando nadie más l

GOOGLE PLAY