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Historia

Capítulo 2

Palabras:1323    |    Actualizado en: Hoy, a las 18:57

Garz

ón. Pasé de nuevo por la sala, con un dolor fantasma en el pecho. Alejandro seguía pegado a la transmisión en vivo de Camila, ajeno

grande para que lo ignorara, e incluso entonces, dudaba que lo relacionara con algo más que una simple inconveni

o y duro: no sabría cuándo me fui. No s

ías. Tres días para de

o que una vez se entrelazó con él. Empecé con la ropa. Cada prenda que empaqué fue una elección deliberada, despojándome de la piel de la vieja Sofía. Los vestidos que él había elogiado,

mi graduación de preparatoria, que él había colocado detrás de mi oreja con un toque raro y gentil. La foto desc

r trazando su rostro sonriente. Una lágrima, caliente e inoportuna, se escapó y desdibujó su imagen. Por un momen

io de la infancia. Un libro pequeño y gastado con un candado endeble que

la respiración. Cada entrada, cada garabato infa

tarra hoy. Sus dedos son tan fuerte

les. Dijo que podría ser una diseñado

l día hablando con ella. Siento que mi coraz

ra casi vergonzoso de leer. Recordé cómo me había protegido de los bravucones, cómo me había ayudado pacientemente con las matemátic

solo por el amor perdido, sino por la niña perdida que había v

a voz dentro de m

la rosa seca, la foto, todo corrió la misma suerte. Cada rasgadura era una liberación física, una ruptura de un lazo. El sonido del papel ras

é y la empujé al fondo de mi clóset. Fuera de la

cerró de golpe abajo. Lue

a contra mis costilla

rea de Camila flotar a tr

bre nuestros hermosos centros de mesa? He oíd

palabras aterrizaron como

erca esta vez, justo afuera de

mos las orquídeas más exquisitas para la fiesta de compromiso. ¡Alejandro d

subterránea de algo más. Un triunfo sut

a pequeña caja elegantemente envuelta en la mano. Su sonrisa perfecta no llegaba a sus oj

, mi voz plan

turreó, extendiendo la caja-. Un pequeño agradecimi

e seda, había una delicada pulsera de plata. Un pequeño y intrin

que Alejandro me había regalado cada Día de la Madre, dici

or metálico en mi boca se intensificó.

vista de su teléfono,

é pasa? Te

de Camila

la plata, Álex? Pens

e su supuesto afecto, ahora convertido en un arma por su prometida. El desprecio casua

s una sensación vertiginosa me in

uso los ojo

Siempre eres tan dram

una palmadit

das a regalos tan considerados. -Su mirada se posó en mí, un destello de m

Alejandro ni siquiera se dio cuenta. Ya est

tono le faltaba convicción. Ni siquiera

. La estaba defendiendo. Otra vez. Siempre la d

sa en mi mano. Esto no era un regalo. Era una declaración de guerra. Una señal final e

ta crueldad total y displicente. Esto era r

lo era correcta. Era una

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