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Historia

Capítulo 3 En mis tiernos diez años

Palabras:1382    |    Actualizado en: 13/07/2021

Reverse - I

r mientras siento que estoy cayendo por un precipicio y veo mi vida pasar ante mis ojos con ese ritmo bajo. Cuando descubrí a mi banda favorita hu

a, pero eso no quita que durante cierto tiempo y sin darme cuenta o haciéndo

marciales, los monstruos me habían enseñado el negocio detrás del gimnasi

n; aunque esto último realmente era lo que menos me irritaba. En realidad, creo que me molestaba el hecho de que las niñas se les ac

es, hacía añicos el saco de boxeo por demás desgastado en el gimnasio que ma

ía salir de la escuela sin ella, pero creo que le interesaba más llegar a tiempo para subir al autobús con el niño que lo otro. Me burlaba de ella mientras sus amiguitas me llamaban de todo me

la rompí en mil pedazos. Cuando la niña la halló en un cesto de basura, destrozada desde las co

dea —horrible ahora que lo pienso— de amenazar a los chicos con almuerzos que parecían de restaurante gourmet, con un compás para que nos den esa comida. Si se a

cuando tenía mal comportamiento porque el viejo y el tonto nunca pondría

poco de la humanidad que me quedaba. Al ver que esta vez sí me había pasado con él, me sentí algo mal, pero no debía pasar mucho para olvidarme de esa ráfaga de sentimiento; un poco de televisión y los gritos y golpes del vie

te, aunque nunca me arriesgaba. Me veía como un perrito bien adiestrado ante los monstr

cidí que lograría sembrar terror en los niños tontos si los golpeaba. Es decir, si a mí me

horreando de su nariz y boca. Recuerdo inesperado: a uno le lancé una piedra por decir mierda al lado de mi nombre y me gustó el sentimiento de poder

bía dejado de sentir hacía tiempo, a querer salir golpeado a veces, pero siempre aprendiendo cómo ejercer el mayor daño posible. También aprendí de la

ciéndoles que, si me delataban, habría otra zona que dolería como la que estaba doliendo en sus cuerpos en

ecer víctima. Funcionaba tan bien el plan, que los padres de los niños que atormentaba me veían co

a, al contrario, parecía que estaban dudand

ños, para mantener bajas las sospechas sobre mí, pero fuera de la escuela, los atormentaba y h

onto me enseñaban, lo que hacían en mí y solo cuando estaba muy torcida mi psiquis utilizaba algo de

no me consideraran una amenaza y descansar de las dudas hasta que el nuevo bully acababa echado de la escuela por no ser prudente y yo sonreía porque el verdadero demonio todavía

risteza, solo odio y ganas de quebrar

ero sabía que eso solo sería una victoria para los dos locos que tenía por familia.

la vida a los monstruos y sin du

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