zaste a los brazos

e tu exp

te que la mí

.. son cosas que iré cambiando, de hecho, ni sé por qué me estoy disculpan

empecé a

taba sucia, adolorid

dome de él con sus manos. Las mías se habían enredado co

do al pobre estrell

os audífonos en el cuello y me observó. En sus ojos (aún no podía descifrar bien el

entre jadeos—. Es que me iban

nsada por mi pequeño pero intenso ejercicio, y

rando de un lado al otro desor

alguien. Yo tampoco estaba muy segura de lo que había ocurrido, a veces dudaba de las c

eta —respondí algo tos

hubiera dicho algo ve

había

el pecho con delicadeza, justo donde mi cabeza

siento

ó los

mo

dio. que. me. vo

rdad lo

ico no era para nada cortés. Según las películas l

o dando media vuelta, desh

a mi alrededor y el miedo de estar sola de

onara a mi suerte; yo, siendo una damisela en peligro, si es que a mí se me podía llamar de tan benévola m

eco así que aproveché el momento. Estuve a punto de agarrar

onó algo

ia mí, dejándome ver el color de sus ojo

alejando pensam

para que no me abandonara?— Me, me lastimé el t

a sola, podía encontrarme con el individuo de la bicicleta

mi rostro de incredulidad exhaló fastidiado—. Estás lo

di con el mejor pe

r, porque ya había

no habría estado inventando dolores como una niña. Se notaba desde los veinte metros qu

tos negativos en su contra cor

e—, acompáñame. El tipo de la biciclet

querrás decir —comen

marcha pero yo le blo

ueda de cami

me desdeñoso, como si no tuviera

un sí? —p

asa? —inquirió cr

más —mentí

uaantas calles más, pero eso

n una discusión interna entre dejarme

i lado sin atreverse a decir una palabra, aquello hizo que quisiera hablarle al tipo d

e caminar

—reiteró con el

. Proseguimos la marcha unas cuantas calles y él no dijo ni una sola palabra. No e

sa, levantó una ceja

abes? —dijo con el sarcasmo brotando

túpid

a entendid

a un mentiroso

a ah