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Historia

Capítulo 2 Capitulo dos

Palabras:3343    |    Actualizado en: 19/10/2021

estado en la pirámide y ha cambiado de cuerpo. Así que no pod

pregunta Gormu a

licaré todo al regreso. Hagamos un trato: tú encárgate de complacer a Dwila. Cuéntale lo que quiera saber de ti, hasta

de Gormu baja demasiado

romesas vanas, amigo.

revuelve

mpañera? ¿No te alegra estar en mi humilde tienda?

Te advierto que Dwila puede hacer que te olvides de Xe

fingiéndose igual de ofe

amul se despide

sde la puerta de la cámara de regenera

ncillamente

lde con destellos verdosos. También sus pupilas están en verde, como el verde de la floresta y lo observan acuciosamente, buscando una evaluación. Gormu la

l es mi amigo, es cierto, pero ¿Acaso te ha obligado a ve

os verdes de Dwila– Hablas un leng

eres demasiada niña para estas soledades.

– le aclara Dwila levantando la naricilla como para acuñar cada pa

u todavía

orres el conglomerado. Creo que no has tenido tie

u recom

y el cabello oscila, tapá

e entretendré un poco, exploraré y me divertiré. Y de paso comprobaré sí echo de menos a Samul y sí quiero aún volver

.– se disculpa Gormu,

ela ella enseguida, con el rostro iluminado por una

enfrenta

Qué te apetece? ¿Manjares, jugo de frutas…, sexo? –dicho lo último se levant

us ofrecimiento

– ¿Todavía tienes curiosidad por saber mi vida? –pregunta

ando en silencio, mirando hacia la distancia, cómo

ato antes se ha trocado en una expresión de curiosidad infantil –Todo lo que sé s

stira los pies descalzos, empujando la arena. Dwila se acomoda a su lado. Él mira

enerme toda la noche contándome historias interesantes, para no tener que decapitarte al día siguiente, cu

te bajo los rizos revueltos–Me gustaría ser tu Sherezada–confiesa y se lamenta–, pero no tengo mucho que contar. No he

y se agarra la ca

asistente– habla Dwila–

entre dientes. Varios remolinos de arena brotan del suelo en t

ormu, tapando sus oídos para

uosa danza cuya finalidad Gormu no alcanza a comprender. A un nuevo gesto de la mano de Dwila la multitud de tornados confluye hacia un centro común, juntán

e ella y comienzan a devorarla. Literalmente la disipan, con todo lo que contiene, en el breve tiempo que Gormu demora en rascarse la

ntoso palacio oriental, al estilo descrito en los libros de Las mil y una noches. En pocos minutos el palacio se yergue imponente en medio del oasis, como una joya de inaudito fu

e Gormu– No tengo palabras… Te

mientras ambos se encaminan

ito. Confluyen por doquier, en aglomeración, arcos y cúpulas adornados con obras artísticas de abrumadora belleza. Caligrafía en arabescos. Azulejos estampados y amplios enchapes de oro. Tras el corredor principal entre columnas se accede a un florido patio interior, donde resplandece un

esclavas napers, en sus trajes (o sin ellos) paseando por las estancias. Para no quebrantar las

su apariencia

es, dormitando solas o en tríos, o reprochadas juguetonamente entre las sábanas. Algunas le miran con avidez o le llaman con gestos insinua

de seda púrpura, que Gormu se detiene a escucharla, boquiabierto. No entiende como Dwila puede concebir y construir con

to del palacio. También lo es tu talento pa

encoge de

de Síbil. Ella m

e dominas la magia del ingeverso, como si la hubie

odo, el mundo antiguo era muy simple. ¿Te imaginas si ellos

como asomarse al Olimpo,

abido por Síbil s

grandes abanicos de plumas. Es la misma clase de sirvientes que, recreados en todas las variantes de cortesanos que corresponden a la usanza del reino persa, se hallan ahora distribuidos por todas las estancias, completando el cuadro de realidad reconstr

cción y verifique si puede constituirse en un Legado para Dwila, por su origina

reaparece, materializada en la imagen d

rechazada…por mí. No cumple los requisitos de e

imagen del gat

o fuera un holograma, la imagen de una máquin

de renombre. Contemplar obras de la plástica es una especie de píldora imprescindible para Gormu. Y ya que debe permanecer varios días allí, le pide a Dwila que le permita traer, por vía del t

querido príncipe Almirante–sugiere Dwila amable

o. Pronto comienzan a llegar sus óleos, que los sirvientes napers se afanan en recoger en la ha

acompañarle un rato en la faena de montar la galería de cuadros, opta por irse a retozar con Dwila, repent

uarda en mente la pregunta que Dwila le ha hecho sobre la resurrección.

spóndeme–le refrena– ¿Por qué dic

mayoría de parientes suyos y se asentaron aquí, en nivel gol. Aquí están replicados sus desiertos, sus ciudades, algo de las costumbres. Samul tuvo un papel clave en el diseño del país, aunque nunca le reconocieron un Legado por ello. Su vida actual es casi una prolongación de la vida anteri

talles–le corta Dwi

voy a lo que m

os primeros pasos. Samul había adquirido la Atrahasis y estaba eufórico, con ganas de probar

y de Síbil. Confiado en los datos del panel de instrumentos, que supuestamente

s allá de la órbita alta. Este límite quebró en pedazos el sueño de los terrícolas de expandirnos por el cosmos. Quien

do Samul llevó la nave al límite de su potencia

riva. Dentro hallaron a Samul en completa parálisis. Sus manos crispadas todavía se

n umbilical inmanente que sostiene y alimenta nuestra integridad biológica y mental. Dependemos de nuestro mundo y nos hallamos sujetos a él. Y

ma, sin llegar a perder la conciencia. El afectado sigue percibiendo la realidad, pero su respuesta a los e

a darse de modos diferentes. De allí el nombre de Síndrome de Cronos. Es la única enfermedad que permanece en el mundo. Y es incurable por cuanto no es solo

d. Allí, inmerso en un ambiente virtual, al afectado le parece que todo está bien y que vive normalmente en el mundo. Algo útil, eventualme

s eran de los resucitados y al contrario de Samul, casi todos habían enfermado del mal en sus otras

cluido la terraformación de los planetas Marte y Venus, se decidió por los sabios

la de la Tierra. Y hasta construyeron poblados campestres, con sus sistemas agrícolas y ganaderos. Entonc

nus como señal favorable de que la vida humana también se desarrollaría sin problemas. Pero desconocí

sta histórica. Pero al poco tiempo comenzaron a caer como moscas. Y como las naves que los habían llevado no contaban con suficiente combustible para regresarlo

a de vida simulada. Tenía la mirada clavada en el techo y los ojos muy abiertos. No dio señales de notar nuestra presencia. Nohemí,

dudas que liberaran su égom y lo dejaran vagar en la dimensión etérea hasta el día que se encontrara una cura para su mal. Pero Nohemí se negó rotundamente

rgico y determinado que era Samul. Él odiaba

s cada uno debía traer alguna propuesta de solución. Así lo hicimos por semanas, pero todo lo que se nos ocurría resultaba absurdo e improcedente, a criterio de Síbil. El fin de aquellas jornadas socráticas, donde co

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