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Historia

Capítulo 3 Capitulo tres

Palabras:3274    |    Actualizado en: 19/10/2021

de vuelta a la Frontera del Sueño, para ver si existía la posibilidad de revertir el proceso. La i

e el arriba y la enfermedad tiene opuesta la salud…dedujimos que la sincronía entre el égom y el cuerpo, perdida en

una alternativa. Nohemí aceptó poner en marcha el plan, convencida de que se debía intentar todo y que ya nada peor podía sucederle a

diato nos fuimos a la órbita, cada uno en su nave y la Atrahasis llevando a Samul en modo autónomo, recluido en la cápsula yátrica. Detenidos en el

imos aproximarse patrullas de vigilancia. Se dirigían la región del espacio donde había entrado la Atrahasis. Por suerte, poco tiempo desp

músculo y sus ojos permanecían como de habitual, fijos en un punto de la nada. Pero echando a un lado el desaliento

a con el cuerpo de nuestro amigo, Samul pegó un grito pavoroso y se irg

altar como dementes por toda la tienda…No es posible describir

e hiciéramos público el contenido del potencial Legado. Gustosos aportamos los d

ltó fallido en la totalidad de los casos. O bien no había datos suficientes para calcular las coordenadas en que debían ubicarse aquellos po

cepto de que la curación de Samul fue un acto de fe colectiva. A veces me inclino a pensar lo mismo. El hecho de q

esión lánguida. – Tampoco los milagros son exclu

Gormu –Pero supongo que primero debo

emencia–quiero saber de dónde has venid

manos, le ofrece a Gormu tomar uno de los pastelillos que asegura, son exquisitos. Gormu decli

era cristiana, mucho ante

oyar su relato. El asistente cibernético se muestra

atorios. El caos predominaba en el mundo. Existían países poderosos y prósperos, pero la mayoría de las naciones se hallaban sumidas en la ruina total. Esto incitó a la gente a emigrar de modo masivo. Escapaban de sus países empobrecidos y diezmados por los desastres hacia los emporios ricos. Dejaban atrás sus tierras estériles e incult

tanto, la política estratégica entró en el ruedo. Y las potencias militares simplemente amenazaron con lanzar ataques

pios arsenales nucleares, desarrollados en estricto secreto. Esto puso al rojo vivo las tensiones. En principio parecía un simple juego de pulsear, si

sastre que se avecinaba y que al fin acaeció: la más grande y destructiva de todas las guerras que haya conocido nuestro mundo. La Última Guerra Mundial. De su terrible aspecto no quedó mucha evidencia. Millones de personas la recibieron resguardados en otros tantos miles de refugios. Y dado que

la– tú estabas por cumplir setenta años. Eras un “anciano”, el término que se usaba entonces para

íbil con un gesto

angustiada– ¿Dónde estuviste todo

os miles de personas en un refugio bajo las montañas, en el país donde vivíamos. Allí teníamos provisiones para po

tonces no había la posibilidad de conseguir otro cuerpo para meter el égom) bajo los efectos de las nubes y lluvias

hambre no pudo vencernos. Por consenso, en asamblea solemne que reunió a todos dentro del búnker, se instituyó un canibalismo racional

e nadie se quejara por su suerte, si le tocaba servir de alimento a los demás. Todos entend

e sobrevivieron–la exigua cuarta parte de los que habían visto el comienzo de la guerra–se

a dentro del refugio. –asevera Gormu – A todos ellos l

el dorso de su mano atrapa una gota acuosa

ividuos habían dejado de caminar sobre ella y ya no existían más. También quedaban en pie unas pocas ciudades de menor importancia. En estas ciudades y

a restauración de las cosas, en un mundo quebrado en su raíz y en su esencia,

eblos que funcionaban con normalidad, y hallaron la manera de limpiar la contaminación radioactiva y sepultaron hasta el último cadáver. La

de naranja y le ofrece una a Gormu en silencio

a Gormu, escanci

ente parece

espués del fin de esa guer

echando a un la

vo un costo en libertades muy alto. Yo, por suerte,

mo Edad de las Tinieblas. –sigue contando Síbil–Se le llamó también Cuarto Reich. Este gobierno mundial tenía

bediencia ciega al Poder Mundial. Con mitos añadidos sobre la supuesta re

nos, interesados en ayudar a la humanidad e intervenir en su progreso como benefactores. Se les veía siendo recibidos en

alcanzar la felicidad que aquellos «seres» les prometían. Aún las religiones tradicionales fueron sustituidas p

ra común que esas personas, los que exigían ver en vivo a los visitantes siderales, desaparecieran misteriosamente. Se notificaba luego con «pruebas» y declaraciones a la prensa mundial que los «amigos extraterrest

os adelantos técnicos se hicieron obsoletos y nada nuevo surgió en muchos siglos. En cuanto a las

un día cuando el mundo volvió en sí y los pueblos se alzaron en rebeldía, expulsando al Gobierno Mundial de su Olimpo, en una revolución sin armas.

fueron obligados a abdicar. Luego las naciones recuperaron su independencia y a

a Dwila al verla que bosteza y se despe

querida. –se dirige a S

desapa

e Dwila en cuanto Síbil desaparece, guiñándole

lo hala hacia ella. Enseguida sopla contra los di

a resbala

nríe con

Me agrada, solía ser mi

ecia su amabilidad. Solo intuye que una caída en su órbita de afectos significaría enamorarse… y olvidar a Xena, lo cual no quiere hacer. Aun cuando en breves lapsos cuestione sus r

tomado? Las posibilidades son infinitas. Le pregunta a Síbil, pero e

r. El beso de Xena es inconfundible, como una huella de ADN. Por ello, astutamente y por comprobar, ha besa

Dwila cuando salen fuera del gran palac

despeja mucho… Y la noche

la se adelanta y comienza a surfear entre los montículos de arena con inusitada temeridad. Va en dirección al océano. Gor

como que se apiada de su lentitud y torpeza, da un último giro retador y se le detiene justo delante. Se aferra a su cinturón, pega su rostr

ejestorio? – le espet

ado a toda velocidad, dejándola tambaleante. Dwila se va tras él, pero por mucho que

e salto mortal, que deja a su oponente con un palmo de narices.

, solo que vayas a la par mía, contándome… esa letanía de quejas… que es la historia de tu

sos ojos verdes, que tampoco parece

aré en cuanto amanezca. –concl

lo h

esta la cabeza en su homb

cipe Almirante… – y enseguida añade con voz muy grave y expresi

ción al océano. El cielo, con su Vía Láctea virtual ofrece un poderoso resplan

constreñida en su abrazo– ¿Quieres…?

on todo, la estrecha aún más fuerte entre sus br

un susurro. Sus labios le r

lla irreme

ue no me podré resistir esta vez

gesto bellac

ue durmiéramos aquí…y

rantizas que no hay

bre la arena, se entregan a nombrar constelaciones, hasta que el sueño llega. El jugo de frutas, la larga plática y el resbalar hasta

quien sigue durmiendo profundamente, hasta el dormitorio dentro del palacio. El enj

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