volver a verla. Ni bien se despertó, se bañó, se vistió el
, probablemente llegara hasta su nariz. Tenía fe en que, ni bien sintiera ese aroma, voltearía para todos lados en su búsqueda y que, con sólo agita
le de la pileta, donde los animales hacían sus trucos, en ningú
o triste. Imaginó a Viku pensando que él
an grande, aunque sí importante, primero se
días y en qué horarios la podía ver. Sintió desaliento al enterarse de que la víspera
horas él descansaba, así que sólo podía ir al Acuar
el Acuario antes que nadie, aunque supiera que d
s conservaba porque fueron hechas con esa cámara, ya que dejaban mucho que desear. Investigó en Internet cómo se usa una cámara así, y practicó con un rollo de 36 fotos comprado en el centro
egún su orden dentro del rollo, y al lado agregaba la velocidad de disparo, la apertura de diafragma, y si hab
tar a Viku como si estuviera junto a él, a pesar de encontrarse a muchos metros de distancia. Agotados los rollos
s rollos en el local de fotografía, y preguntó si las
l acompañante. Miró con emoción y detenimiento cada imagen. Recién luego de la última, encendió el motor del coche. Cuando se detenía ante un semáforo en rojo, miraba de soslayo el sobre con las fotos sobre el asiento del ac
ra volver a verlas. Estaba encantado con los resultados. Seguía habiendo detalles que re
había ido a dormir y que le produjo insomnio, había dormido mucho menos que de costumbre, y
urales, uno para el comedor, otro para su habitación. Se sintió un tonto por no encargarlas cuando retiró las copias. Pero enseguida p