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Historia

Capítulo 3 Retrouvailles

Palabras:1854    |    Actualizado en: 25/01/2022

contraba en la finca que los Edevane tenían en el antiguo asentamiento de la fa

ijos de Malcom Edevane y Alessandra Edevane pernoctaran con tranquilidad cuando iban de

ue solo estaban él y su hermana menor en el lugar, además d

No se encontraba de ánimos para tener que

este lugar, por eso había pasado tanto tiempo de

e movió por los jardines delanteros con falsa calma. Contempló el césped bien reco

quirió un estilo moderno, aunque sus dueños seguían amando l

ron en el momento en el que un recuerdo llegó a su mente

ioseando sobre cada especie de planta, tomando su mano y sonriéndole con una pasión y un cariño que n

—se regañó en un

habían sido una completa tortur

no era ni la sombra de lo que fue en el pasado. A veces respiraba, su corazón latía, y la sangre c

n de los Flabiano, un Veneto, como se llamaron en sus inicios, de los pocos clanes vampíricos que

cumplir con su deber como primogénito, fue una amenaza q

ó a recorrerlo como el impacto de un rayo, y trató de acallarla, pero su cuello, ese donde las ma

nifestaba en él desde hacía un tiempo, como consecuencia de un «algo» que

de los pies hasta el cerebro. Una punzada invadió su pecho, apre

plaba campo, y propiedades bastante a la lejanía; sin embargo, sus instintos le

lado y lado, como paredes. La villa principal de la familia estaba más atrás, hacia el noreste, y las propiedades se extendí

do, guiado solo por el instinto y la necesidad. Los árboles se volvieron una llanura,

frente. A la mitad dejó de correr, y comenzó a caminar con los puños cerrados. Sus ojos recorrie

n un simple saludo y siguió derecho; el camino asfaltado era bordeado por porciones de g

los invitados de clase alta, y poseía dos casas: una grande,

as rectas y limpias, acordes a la arquitectura moderna, ventanas pequeñas, y paredes de color piedra; la puerta

e forma perfecta, contemplaron ese cuerpo correr

espiración le falló, y sintió unas nauseas terr

el muchacho tan

acterístico, apenas grave y con un antiguo acento austríaco, ese que hacía tanto no escuchaba, pero que perman

que le puso apenas tenerlo en brazos

propio de sus cuerpos muertos—para los cánones humanos—, comenzó a volverse tibio p

aise, cuyos ojos brillaban, como

en el pecho ajeno

a resguardo, y los tiempos duros de la última guerra; el tono era diferente a la primera

so. Precioso e

había visto en nadie más en décadas, separó sus cabellos, le despejó la fren

tranquilo, aunque sus ojos decían otra cosa, t

e le rozaba las cejas, no muy pobladas, y la nuca, y la apariencia de un muchacho de ve

mentos, y entendía que ambos estaban siendo

ande —musitó

l estar en el lugar en el que se enc

tiempo para entrenar, Luke —contestó el otro, cuy

as anchas y estaba descalzo. La última vez que lo vio tenía el cabello muy la

uyo tacto se extendió como un fiero cosquilleo, y tom

os artificiales en la fiesta de año nuevo; pero en Luke, desde su pec

restó a

ios ajenos lo llenó, haciéndolo olvidar, por un instan

os acariciaban los del otro. afirmó las manos en su mentón, y después las bajó hasta sus hombros. Una parte

ntemplaron con gran preocupación. Se mojó los

s… —susurró quedo, y co

z, bastante visible, subió

iendo una mie

palabra salir de tu boca. —Luke se sonrió, y lo atrajo más hacia

iendo el mundo… se me han peg

, y lo apretó contra su pecho. En contraste,

reguntó el pelinegro d

separó,

pañía allá, me he mantenido alejado en medio de mis investigaciones, pe

, presa de escucharlo pronunciar «querido Bl

s salvación

en la guerra. Los Bernadotte, los mismos Flabiano que

e encontrarse con alguien

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