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Historia

Capítulo 2 2. Capítulo: Coincidencias

Palabras:1446    |    Actualizado en: 31/03/2022

xi

ada, pero era el punto de reunión de todos. Mauricio es el mayor, de treinta y ocho años, cirujano plástico, casado y con una hija de dieciocho años, la luz de los ojos de todos en la familia, mi s

y comenzaron a salir como novios hacía tres meses, pero su rostro ya era familiar entre

imo—salud

ne—dije s

nuda aquella noche en el barco, aunque ahora llevara unos vaqueros y botas bajas hasta debajo de la rodilla y un suéter tejid

maba con brusquedad por atrás y otra pensar en eso en medio del jardín de la casa de mis padres un doming

olores de la ensalada me recordaron porque amaba esos encuentros familiares

guntó Mauricio a Irene con

on gesto tranquilo y orgullo en sus ojos—, tamb

segundo, supusiera un oficio común, decir licenciada recordaba el esfuerzo que hay que h

e Mauricio, una gemela extraviada de Delfina, a penas oí

como están acostumbrados o con la disti

su espalda y sobé sus piernas mientras la acomodab

er cosas que hace el pueblo llano, deberías hacernos una mue

ó satisfech

ncant

e la salud los dos, m

n los chicos que te casarás, te

ne veintiuno también—intervino

eces mayor Ada, decíamos: la he

quejó Ada fing

re el cabello, colores oscuros: morado, azul, verde, su piel tan blanca con sus cabellos encendidos en esos colores hacia un pobre contraste que hacían sus facciones más duras. Y sí, Irene llevaba su cabello castaño claro liso y su rostro si

fastidio batiendo sus cabellos rub

solo compartimos el vientre de

omeo Mauricio, pero na

stro y sé que a Ada le gusta el de ell

finitivamente. Debía e

a con ademán infantil. Ni Eva se comportaba así, ape

í porque yo estaba casado y si bien caí en la tentación algunas veces, que mi mujer me perdon

de Mauricio, comentarios frívolos de mi mujer y de Hilda, desplantes de Eva, boberías de Ada, los eternos sil

el pasillo que daba al baño de servicio, que pretendía usar, solo porque estaba más

se sonrojó al verme, ya me había dado

o lado ocultando mi

n un gesto nervioso—, solo admir

la carrera de funcionario público que quiere seguir Camilo en la fiscalía, y q

zó a ella, su mi

olo Ada y yo, y mi madre. Ada y yo nunca pe

do. No te creas que por no pelear todo está bien. A vec

imagino a u

Mauricio que se ve ridículo rapan

es

clamé en

n de sus dientes blancos, sus labios rosa y la sonrisa que su

abi

los hombres calvos son más viriles o son per

dejaba

ego yo y el caso extremo es Camilo, con frecuencia pasa por mudo, pero con Irene me provocaba hablar. No me provocaba hablar, debo sincerarme, me

n admirar su rostro ovalado, su piel perfecta y su cuerpo recetado para pecar; sin embargo, como siempre, la llama q

fantasear con ella, eran pequeños actos que estaban peligrosamente cerca de mutar si se descuidaban, porque uno podía enamorarse, p

a la casa, entonces recordé que iba al b

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