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Historia

Capítulo 5 5

Palabras:4862    |    Actualizado en: 18/05/2022

za en la almohada y ya era de día. Se quitó las sábanas de encima y respiró profundo pensand

rigía hacia ella no pudo evitar echarle un vistazo al parque del pueblo a través de la ventana. El sol aún no había nacido, pero el alba anunciaba que sería un maravilloso día. Unas cuantas personas revoloteaban por aquí y por allá, abriendo las tiendas o tomando tinto en la cafetería, pero algo más allá de todo lo cotidiano llamo su atenc

vanta a ver por la ventana — Gabriel

ría ir a d

udorosos — le interrumpió su primo a

ntas tú? — contra atacó,

hacia el parque y vio a una mujer hacer ejercicio junto al otro hombre. Una

u nuevo novio? — Axel soltó un

ndos para meditar lo que le diría, unos segundos que a Gabriel se le hicieron eternos — la mamá de Tomás nos abandonó, una semana después de qu

— estás enamorado de ella — af

mentón al hombre que la acompañaba — la mayoría de las veces me ignora— Ga

a por ti — le aseguró después de

por mí porque me igno

n poco tontas. Por eso no me gus

bien en el mismo parque que ella, pero nunca me hablaba, y contestaba con evasivas cu

unos brazos que Gabriel deseó haber tenido rodeando su espalda. Luego se percató de que ambos miraban hacia la ventana donde estaban él y su primo, y hubo una fuerte tención, una guerra de miradas entre los cuatro que hubiera cortado a la mitad a cualquiera que se hubiese cruzado por en medio. Pero toda la tensión fue rota por la mano de la

y agradeció que el ag

H

ico que quería pensar mientras caminaba por la calle de camino a su primer día del colegio, trataba de hacer que el camino le rindiera poco, que sus pasos fueran despacio,

el pantalón era negro lizo, y completaba un chaleco de tela gruesa que le recordaba a los uniformes Élite. Cuando se lo puso antes de salir no pudo evitar una mucha de hastío, igual agradeció infinitamente que su tía le hubiera conseguido el uniforme, ya resal

uego lo empujó —ve por ellos, tigre —él había negado c

baló, y antes de caer supo que todas sus pesadillas se habían hecho realidad. Su cuerpo se contorsionó de una manera extraña mientras el suelo se acercaba, y el mentón le sirvió de guarda

pero por suerte fueron más las m

decía mientras le ayudaban a levantar, y Gabriel la re

lo — Irán le sonrió y le apunó con el dedo a algo por encima de su hombro. Gabriel se giró y se encontró

ntas ganas de estudiar como para lanzarse ha

us sonrisas, de esas que hacían que la gente en la

uí — la mujer le indicó que le sigu

os al rat

or

tus s

con nada más que lo necesario, incluso una pintura

en sus aulas, para la presentación. La mención del acontecimiento le provocó un nudo en el estómago, Gabriel estaba seguro de cómo sería: entraría, diría su nombre, de donde venía, lo harían sen

ivencia. Gabriel desvió ahora su atención hasta el improvisado pisa papeles que no era más que un borrador comido en los

do lo que acabo de leerle —

a pal

de convivencia, sobre todo en cuanto a la disciplina. Aquí podrá encontrar personas que le

¿enserió aquella mujer pensaba que él era

o en el pecho, ¿acaso todas las personas de aquí piensan que soy un vándalo agresivo? Pero él ya sabía la respuesta, y estaba seguro que todo el pueblo ya estaba al tanto de lo que habí

aso delicada con sus enormes tacones, caminó por el pasillo y subió las escaleras hasta el terc

on casi de inmediato, nadie quería hacer ruido, todos querían ser los primeros que escucharan los pasos que se acercaban, y hubo una conmoción silenciosa cuando aqu

do el silencio — no tiene cara de vándalo y drogadicto, es más,

so omiso continuó con el chisme que corría de boca en boca esa mañana — esta mañana me dijeron que anoche rompió el toque de queda, y que cuando Ben y los geme

ó el toque de queda solo porque le dio la gana, y que si suprimo Axe

maestro solo se limitó a

a puerta la secretaria le daba l

que hagas tú mismo tu propio criterio de las cosas, nunca dejes que nadie te haga ver algo de un color si tú lo vez de otro, los chismes son cosas peligrosas, no los subestimes — La mujer lo mir

ianza que le daba conocer a cada uno de los estudiantes de ese salón desde que les cambiaban los pañales,

con ello una valentía que no tenía. Hacía años que no se sentía tan intimidado, tan expuesto, no d

e, metió más manos en los bolsillos y suspiró un millón de veces, hasta que por fin la secretaria se dirigió a sus

Gabriel aprovecho para dar le una repasada al mar de rostros que había frente a él, pero solo reconoció a Camila, la enigmática cajera del mini

uevo profesor de literatura, español y educación física — Gabriel pensó que era guapo, pero estaba demasiado ansios

— agradeció que no le temblara la voz. Miró en dirección al profesor

levanten la mano y hagan su pregunta — añadió, y Gabriel sintió alivio al ver que nadie lo hacía. El profesor Sebastián sonrió, y tomando cómodamente haciendo en si silla, habló de nuevo — bueno, entonces, ¿qué les parece si continuamos con el debate que teníamos antes de que Gabriel llega

as por parte de todos los alumnos — bueno ya, déjenme en paz —

o se alzó en el aire casi al instante, y el maes

no tenían con qué mantenerlo? — la risa del muchacho fue la única que se escuchó. Gabriel miró al maestro en busca de ayuda, pero él solo

se daban cuenta de todo — sol

izo, ¿asustó a una anciana? ¿pintó la fachada de un ancianato? ¿o lanzó huevos a l

miraron con aprobación y Gabriel se sintió un poco descargado. El profesor Sebastiá

ortunidad hasta ahora — todos prestaron atención — cuando quieran saber algo de alguien no especulen, no se pongan a inventar o a prestar atención a lo que dicen los demás, si ustedes quieren saber algo de alguien, pues vallan y pregúntenselo a él mismo, otra cosa es que esa persona no se los quiere decir — añadió y se

rt

ué pasaba por la mente del escritor, pero estaba desconcentrado y nervio

na milésima en arrastrar su asiento ruidosamente hasta G

isculpó, tanto se le notab

n fuerza en un gesto amistoso —en un par de

ado mayor para estar en once — Cami

screta al chico de la cara pecosa —él tiene como veintidós. No ha perdi

, me a

ad resaltas mucho —Gabriel la

imo —la chica se e

ser de acá, ¿haces ejer

especie de entre

erio?

ono que hizo que los demás los miraran con complicidad —por el momento, lo único que me importa es que conozcan a Gabriel García marques —luego miró a

US

a comportarse con cada uno de sus compañeros sin caer en desgracia, por último, terminaron enviando a cada uno a una esquina del salón. El descanso no estuvo como se lo había imaginado, Irán y Ca

o el día era largo, y aún

ió bastante en que tenía que cumplir al pie de la letra el toque de

on curiosidad, y con ello dio por hecho que el pueblo entero estaba al tanto de lo ocurrido la n

cabeza alta, pero lo que Gabriel no sabía era que l

había sentido nunca en su vida, un hambre que se fue tan rápido como había llegado cuando vio a su primo Axel esperándolo en el comedor, con los brazos cruzados

ndo — le dijo, y G

Saludó a su tía que estaba en la cocina y s

pasar directamente por él para que lo conozcas — Gabriel asintió con la cabeza, y se dispuso a darle cue

la que luego decidió cambiar por un pantalón corto que le bajaba hasta las rodil

le una oleada de frio

e puso la pie

primo, que venía de

clima cambiante de aquí — pasó por su la

las casas, y las briznas de polvo se arremolinaban en las esquinas

y haciendo oídos sordos a los comentarios que dejaban tras de sí

zas, y a Gabriel se le hacía difícil seguirle el ritmo a su primo por entre las personas que corrían despavoridas buscando donde guarecerse. S

acio? — le dijo, y Axe

eta y se la tendía — Pero soy muy malo siendo malo, como tú. Además, ya estoy acostumbrado al frio — Gabriel le recibió la chaqueta y se la puso notando que le quedaba barias tal

la sangre de las venas a Gabriel, y caminaba imperturbable a pesar de que su cabello rubio había bajado tres tonos y estaba más oscuro gracias a la humedad, pero siguió caminando y Gabriel trató de seguirle el ritmo, pero

y todo el impacto lo recibió su ceja izquierda. La persona a su lado se enredó con sus propias manos

y su cuerpo fue manejado a la voluntad del hombre que lo sostenía en el aire. De un solo tirón le dio la

odía reconocer en cualquier parte aquel cabello color chocolate, aquellos ojos azules y aquellos labios rojos, pero los recorda

de defenderse Gab

s retiró notando que por su dedo índice escurría un hilo d

ió con desgana y el hombre se encogió

primo y se deshizo del agarre al q

ntras pasaba junto al homb

s sang

es

sangra p

s lo miraron. Continuaba en la lluvia, observ

sto Axel con un rencor contenido que

to, tenemos que hablar — se dirigió a Axel, pero éste no le contestó. Lo miró c

hora atropella y lastima a mi primo, como lo odio — comenzó a enumera

llé a él — lo defendió Gabriel, p

al lo

s un exagerado —l

cabeza — Gabriel le dio la r

mirada al lugar de los hechos, y comprobó que Samuel

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