a gran habitación es rota por una luz intensa, que junto con l
madera blanca del lado derecho de su cama. Buscando, sin éxito, el mald
hora de clase, no teniendo que buscar una excusa para faltar a primera y a
s nauseas se sentían en la garganta, solo esperando conseguir que no salieran. El alcohol no era su
único que se bebió en toda la noche. Muchos más tragos fueron bajando por su garganta sin pausa, solo siend
rcadas y una linda sonrisa –únicos rasgos que lograba recordar de ellos– se pasó por su mente
ovecharse de su amabilidad gracias a su espectacular cuerpo y al fals
to, era un juego del que era experta y del que, siempre que podí
solo supieran que la mayoría de las veces siguen los pasos justo y como un
stro y, Adara, era la mejor maestra en chantaje
ando y a los constantes halagos de los chicos, ninguno de esos estúpidos y salido
on ambos al mismo tiempo tras las caravanas del bar de coches,
ue el año anterior pudieran haberle causado. Por muy guapos que
de color negro, habían sido su look espectacular. Un look que, en ese instante, solo era
entaban a que tocara su cuerpo recordando t
inferior y tapándose la cara con una almohada, pero l
ice y dedo corazón sus labios y clítoris, recorriéndolos con suavidad pero firmeza una y otra vez hasta que, al notar como su humedad iba aumentando junto con el calor de su vientre, metió ambos dedos d
tiendo cómo sus piernas empezaban a temblar involuntariamente y c
entón mañanero fueron rá
ritaba su madre desde la cocina del piso inferior con t
mejor orgasmo de la semana" pensó rodando los o
arrepentirse, sacó la cabeza despeinada de entre las sábanas, lamió sus dedos para limpiarlos a pesar de estar deseando volver a introducirlo
hecho. Tras ello se tumbó lanzándolo contra el puf que estaba en la esquina dere
. –se que
habían desaparecido y el tiempo se le iba a echar