De esta es de lo que hablo. Se su lengua unida a la oía, sus manos por todo mi cuerpo. El abrir y cerrar de sus labios contra los míos. Esas sensaciones en el estómago que son indisimulables y gritan a nuestros corazones que somos parte de un mismo deseo.
Me empuja contra algo hasta que me doy cuenta que tropezamos contra la pared y somos conscientes de que tenemos compañía pero no podemos parar.
—Eres un maldito miserable —mascullo tirando de su labio entre mis dientes.
—Y tú mía —su reclamo me hace gemir.
Olvidando todo, me levanta con sus manos apretando mis nalgas y me saca del salón, donde deben estar su hermana y mi prometido mirando con vergüenza el espectáculo que estamos dando.
—¿Por qué huyes de mí todo el tiempo? —me pregunta besando el espacio entre mis pechos —. Cada vez que me doy la vuelta te has ido.
—Porque tú me mientes, Alessandro y me manipulas.
Intento apartarme de él y me pega con sus manos en mis hombros a la pared de lo que visualizo rápidamente como un baño.