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Historia
Wallis Simpson, jaque a la corona

Wallis Simpson, jaque a la corona

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Capítulo 1 Wallis la mujer

Palabras:3415    |    Actualizado en: 12/10/2022

NTO DE U

PI

ebrero

como fantasmal anuncio de desgracias aun no concebidas, evidenciaba el contraste de temperaturas entre el exterior y el salón en que se encontraban, acompañados de dos miembros del servicio secreto, del MI5 y el MI6 respectivamente. El premier del Reino Unido de Gran Bretaña, Anthony Charles Lynto

llas a los labios, para apenas tocarlo, y dejarla abandonada en la mesa. De nuevo llegaba la pesadilla, agazapada entre las juntas de las frías piedras, aguardándole en las tinieblas zarandeadas por el

rencia la reina actual.- Su Alteza real el príncipe Charles, se halla en una encrucijada al tener junto a sí, a una mujer que se ha vuelto indeseable para la monarquía, y haber de ocuparse en sus obligaciones. Ante tales escándalos resulta imposible al pueblo, el poder aceptarlo como heredero legítimo y sucesor…ya se habla de que su hijo W

ersona y la de la Corona por ende. La princesa Diana de Gales deberá reunirse con él, a fin de tratar las cláusulas que nos permitirán controlar la desagradable situación que se está produciendo actualmente.

z entrecortada, como si el miedo aun anidase en su cerebro, desde que los hechos sucediesen tal y como ella mantenía nítidamente en él.-la

n atención, echándose hacia adelante y juntando las cejas concentrado en las palabras de la reina madre, que pasaba a re

ciente para esta familia.-Mira la reina a los miembros de los servicios secretos, que callan y asienten por toda respuesta-.Es mi deseo que el conde Spencer, Lord Althorp, se persone ante mí para tener unas palabras al respecto. Deberemos

anta siendo imitada, tal y como exige el protocolo real, para quedarse mirando, a través de los empañados cristales al exterior del frío palacio. Tuvo la impresión

uedan en pie ante las puertas, bajo la protección de las garitas, atentos a lo que en el exterior sucede. La luz tenía un color lechoso y producía la sensación de que de un instante a otro, unos ojos s

ente por un amor prohibido…si ellos supiesen lo que ocurrió en realidad, en aquellos turbulentos tiempos…eso sí que haría tam

tes, ella y “Dodi”, salían del hotel Ritz felices y dispuestos a escabullirse de los paparazzis. La prensa se hace cargo de la fatal noticia y son millones de periódico

la reina de Inglaterra, será, si en realidad fue un accidente, o si por el contrario los servicios secretos habrían hecho su trabajo

a mujer que puso en jaque a la Corona, por muchos

Base naval de San

erá como especial, alarga su mano embutida en un guante blanco. Es Wallis Warfield. El heredero, entre los nobles capitanes y oficiales del navío de su augusta majestad, la saluda como a una más y ella, mujer de gran personalidad y carácter dominante se siente humillada al permanecer anónima entre la multitud. Aun lo ignoraba pero aquel detalle supondría un punt

de interés para una mujer con pretensiones como ella. Las embajadas, se le presentaron como la miel a una mosca golosa, que deseara beber de su alimento, para crecer y hacerse fuerte. Carecía de dinero suficiente, com

o bolso, completaba el atuendo. El otro, un vestido color beige, algo más largo y amplio, se ablusaba en la cintura, estilo años veinte, y lo solía adornar con un collar de perlas falsas, que le caía en dos hileras, que le llegaban, hasta algo más de la cintura. Se se

llis sonrió sin demasiado entusiasmo, y el desconocido le correspondió mostrándole unos perfectos

quién hiciese arder su entusiasmo, como una hoguera- he visto que está usted sola…¿me permite invitarle a sentarse en mi me

ratos los morados, había encontrado eso sí, la horma de su zapato. Pero aun el destino no había jurado venganza, contra aquella mujer diabólicamente armada, para de someter a los hombres más variopintos. La conversación fue transcurriendo por cauces nada comunes, al inquirir Wallis sobre sus actividades en la embajada, lo que al princ

egar, desea saberlo todo, y pre

integrarme cuanto antes en esta enorme ciudad y tras

eo se

estoy recién separada, espero que

onde la imagen es algo que muestra lo que se desea que los demás vean. Créame cuando le digo que este loco y atrev

e práctico, creo que podría aprende

accede a pasar más tiempo con este estrambótico s

reconociendo años más tarde que había aprendido la mayor parte de las cosas que sabía de la boca y la mano de Felipe Espil. Había dado comienzo

able compañía. Mis atribuciones me permiten ciertos márgenes de movimiento y es en

erle compañía y permanecer cerca de usted…es un hombre atractivo

y no, no estoy haciendo referencia a ese típico tópico de que existe la belleza interior que es una solemne tontería…me refiero naturalmente a la mezcla adecuada entre

na cara femenina. Yo solo pretendo hallarme algún día a la altura de las cir

cuyo último trayecto se termina en absoluta soledad?, busque compañeros y no compañero…que imbuida de saberes que se restringen, de q

por usted, será como tener un guía privado para

oradas y conocerá la verdadera diferencia entre el bien

omo si su recién estrenado partenaire, poseyera una extraña e invisible varita mágica cap

ales, como dueños de sus destinos. Un larguísimo mostrador atendido por seis personas de ambos sexos, se escondía tras este círculo de pilares, rodeándolo casi por completo. Tan solo una gran puerta de dos hojas de madera blanca con ribetes dorados se abría como única salida a un patio interno, que s debía atravesar para llegar al gran salón donde se reunían los hombres, los barones de la economía y el poder político de la ciudad y de la nación misma. Wallis acompañó ante la atenta y sorprendida mirada de los ujieres a Felipe Espil, hasta que sus pies tocaron el cuidado césped del patio, dejando la fuente central tras de sí. La gran biblioteca, que eso era en realidad el gran salón, como

s flotas de guerra y las acerías de Japón, que se convierte

imposible, esa gente carece de la mentalidad adecua

Yo misma tengo en mi poder datos de sumo interés al respecto, -mintió con descaro Wallis, que lo ignoraba todo sobre el tema, y daba palos de

uiriendo sin ella quererlo la prominencia que solo otro hombre podría tener en aquellas circunstancias. Su cara al contrario de lo que sería lógico pensar, no mostraba entusiasmo, ni alegría en especial, algo de lo que le había advertido antes su “maestro” Felipe Espil. Era menester, que todos creyesen que la dama se hallaba acostumbrada tales conversaciones entre varones, y no que anhelase tales. En torno a la mesa central de enormes proporciones y sobre la que se extendieron mapas, Wallis fue marcando lugares en el extremos oriente y en Japón como si supiera de lo que hablaba. Nada les hizo sospechar sobre las intenciones verdaderas de Wallis a aquellos empresarios que veían como nuevas informaciones, por supuesto hechas al azar, les mostraban lo que ellos mis

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