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Historia

Capítulo 8 Vívido impulso.

Palabras:2432    |    Actualizado en: 28/10/2022

los ha llevado a un nivel de aburrimiento poco saludable, por lo que van de camino a la cafetería

ulos, en tanto habla por el altavoz y aferra uno de sus dedos a la segunda pretina de su pantaló

nerviosismo del hombre aumenta. El corazón de Diandra no es lo suficiente

sita mirarlo para saber que Ian no está feliz. Igno

pero esta se torna rojiza de forma repentina. Él la observa a través del disgusto; endureciendo su expresión. Amb

gen, Diandra. —¿

incluso juguetón. ¿Por qué la aparta ahor

gen! —Grita Langdon viéndola a los oj

jos de él. Insta a Ian a seguir caminando, pero

e a Día, papá? —su tono de

ies a cabeza, y

rda, mocosa —Diandra contiene la

despertar un poco. El grito se asemejó a los de Killmer. Ese hombre también le ha levantado

enea la cabeza—. Y detesto que cualquiera

ría herirlo. De nuevo, Diandra se acerca a Langdon, se pone entre su hijo y él.

es por qué hacernos miserables —brama mant

asillo cuando cruzan hacia las es

imula sus suspiros; sus ánimos están desinflándose. Cuando terminan, sus cuerpos están alejados del

el frío. Siente una ligera opresión en la boca del estómago, sumado a un mal sabor que no se le escapa del paladar. Entonces,

erva el de su madre. Ella retira la mano de su hijo

regunta con dulzura, apretand

uelve a tomar una cucharada de hel

inan su postre, pagan, y se quedan unos

a la vista, el celular de Diandra vibra con una llamada sobre la mesa. Endereza la espalda, sentándose bien

—carraspea—, nos iremos cuand

ejo de Dí

la mira, confundido—.

o proveniente de l

io, porque no soporto estar en un hotel vacacion

personales que el mismo Tredway le dijo; tenía un apartamento este

Dios

*

de los objetos estuvieron en su sitio en menos de diez minutos. El trayecto fue decente.

llas arquitectónicas del Distrito Doce. Por otro lado, Diandra leía los mensajes de su novio diciéndole lo mucho q

ando enfrente, les entrega las llaves y los insta a ba

dorados. Sigue investigando al pasar hacia el vestíbulo. Está vacío, y muy pocos muebles lo decora

n en el ascensor. Los pasillos solo tienen una puerta a cada lado, aludiendo lo espacioso que debe ser el departamento. Se sitúa

y el crujido de una bolsa de frituras bajo sus pies, le eriza la piel a ambos. Toma una larga respiración y avanza. El comedor está en el mismo estado. Sus narices percib

gua debajo de Él. Ella interpone su brazo entre su hijo y e

o soporto

perderse por el pasillo, y vuelve a hacer un repaso en la cocina. Se cerciora de que el refrigerador no está conec

al mismo tiempo que Ian aparece con una bolsa de basura en la mano. Diandra solo llegó a zonas como el comedor, la cocina, la sala y el

sa horrible imagen de mi cabeza —fing

ormido en su hombro y, por un segundo, Diand

ia la habitación, cariño

cude el cabello que le cae en la fr

adentro —se encorva, mira a su

erpo y, gracias al concepto abierto de la cocina, la imagen de sus firmes nalgas envueltas en un pa

iensa—. Mi hijo no debería ver los

tica sale de de su garga

fui, tiene que haber visto ya ese desas

con un tono burlón que po

unidad de ensuciar las sábanas contig

gar a tener sexo, y con semejante hombre frente a sus ojos, se lamenta un poco no haberlo llevad

llamadas perdidas de Killmer que ya no recuerda al resto de sus contacto

sancio se ha apoderado de él. Otra vez. Estira sus estilizadas mientras les aconseja pedir comida a domici

su sugerencia diciendo que

na semana o un mes aquí. No pienso vivir d

e la mesa de la s

rae a Eugenio contigo, por fa

e Ian lucha con él para que no se caiga. Diandra l

a, y las discusiones, bueno

*

mpuja hacia los congelados. Durante el camino Diandra escuchas las quejas infundadas de Langdo

, Día —protesta sin apartar la mi

e le han gustad

ce tomando una de las bandejas y devolviéndola de

, que ir de nuevo al Distrito Diez es improbable. Sigue metiendo lo necesario en el carro que ya tiene. Intenta con todas su

sde hace treinta minu

otros treinta

a considera que está lista para ir a la caja. A mitad de camino, él la

s basuras —la mandíbula de Diandra se

l carro, y pone l

on mi propio dinero —i

o que la chispa de rabia s

compren tanta basura —eleva una de sus c

e muerde el labio

que haga esa mujer —dic

ue no hables mal de ella —

nto que sus zapatos chocan. Mira ha

a forma respecto a mí —ella fru

dé la gana —las venas

mpuja a Langdon mientr

sucio irrespeto —cuando lo dice, no

pero no te permito dirigirte a mí así en público —él desl

e lejos de ella, y la deja dentro del segundo carro. No le da tiempo a reaccionar porque empuja con fuerza el carrito y se da la v

se escucha nada, solo el llanto de Eugen

ajo hicis

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