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Historia

Capítulo 3 Chloe - Aerobic

Palabras:1224    |    Actualizado en: 07/01/2023

ver a dormir. Tal vez, como había dicho Miguel, estaba en estado de shock y solo ahora, en la seguridad de mi hogar, había recuperado realmente la cordura. Me levanté, m

leé hasta casa como forma de hacer ejercicio. Ya no vi a Miguel en el gimnasio. Aunque nunca me había fijado en él hasta aquella desafortunada n

clases no como una obligación, sino como una diversión. Trabajé un turno de seis horas y ese día la escuela estaba muy ocupada preparando la feria de ciencias. Cuando salí me encontré con Luisa y nos fuimos a casa. En el gimnasio tuve mi primera clase de aeróbic y, para sorpresa de todos, fue muy disputada. Buscaba ejercicio

que eres el profesor de aeróbic d

ía que me había hecho tan

o lo consiguieron. Es curioso que, a pesar de llevar aquí casi dos meses, no me haya fijado mucho en la gente. N

imer día de ese tipo de clase. Simplemente, me dediqué a mi trabajo y a mis alumnos. Fue una de las forma

ntarse a la clase, pero que ya no había plazas libres. Por no hablar de que se acabó difundiendo lo que te pasó ese día, y algunos comentaron que era injusto q

lía de la sala me saludaban cada vez más estudiantes, pero no tenía ni idea de que estaba siendo tan popular. Después de todo, ese nunca fue mi objeti

te de tema, estaba espe

icletas. Si no te importa ir en él, no me importa llevarte. Si

rando para llevarte a casa. Eso, s

e tu buena voluntad. No vivo tan lejos. No quiero estorb

i compañía, profesor?

cogerla al día siguiente. Luego nos dirigimos a su coche, charlamos sobre las trivialidades del gimnasio. Me informó de que hacía CrossFit como pasatiempo para sentirse libre, para cambiar el ambiente al que

puerta y, al verme, viene corriendo a abrazarme con una preciosa corona de princesa en la cabeza. Maya apareció en la puerta sonriendo y disculpánd

ermosa princesa? - le p

Luísa, con dos n d

l. ¡Encantado de

me Lulu. ¿Traba

olo soy un ami

a traía ami

i las gracias a Maya por cuidar de Luisa y ella se fue a su casa. Aun sin gracia, le ofrecí a Miguel un zumo o agua, que una vez más me dio las gracias y rechazó, informánd

mi casa, y la primera pregunta que me hizo fue de dónde había salido ese Dios griego. Sonriendo, le expliqué que había sido él quien me había defendido de los tipos con malas caras el otro día. P

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