Sus palabras no le gustaron para nada, era definitivo que la seguirían a todas partes. Si no acataba las ordenes de Bruno, matarían a su hermana.

—Yo voy a hacer lo que me piden, pero necesito saber cómo está mi hermana.

—No estás en posición de exigir nada.

—Pero quiero saber cómo esta —Suplica. Ella observa como Armando la mira fijamente.

—Llevará su rutina como de costumbre, pero no la podrás ver, ni se te ocurra llegar al colegio para buscarla, porque te ira muy mal. Y para tu tranquilidad, nadie le ha puesto una mano encima.

No sentía total alivio, pero al menos, estaban cumpliendo su parte. Sin embargo, no se les podía creer a esas personas.

—¿Qué pasa si no consigo que ese hombre se fije en mí? Es una persona importante, y yo no soy nadie. No sabemos si está casado, o tiene alguna pareja.

En ese momento, Armando se aproximó a Ofelia, inclinándose lo suficiente como para quedar muy cerca de su rostro. El castaño de ojos azules, observa el rostro de Ofelia, quien se incómoda por la cercanía. Ella pestañea e intenta echarse para atrás, pero Armando la toma del mentón impidiéndole que se alejará.

—Estoy seguro de que conseguirás a ese hombre —Armando susurra, pero observando únicamente los labios de Ofelia —. No creo que sea muy difícil para ti que ese imbécil caiga.

—Intentare que él…

—Intentar no es suficiente para mí, lo conseguirás y muy rápido.

—Si.

—Pero hay una condición para que tu linda hermanita este a salvo de las garras de mi jefe, yo puedo evitar que él la tome, o le haga un daño irremediable.