Masajeándose el entrecejo, Zayden respiró hondo y colgó. Mientras pensaba en lo que le acababan de decir, su rostro se endureció.
Él volvería a Ardledo, pero no por ahora, de lo contrario, solo alertaría a su enemigo, quien pensó que él había muerto en ese accidente aéreo. ¿Quién sabía qué otros planes malévolos más se le ocurrirían para matarlo en el futuro? Así que era mejor dejar que pensaran que estaba muerto.
"¿Qué quieres, refresco o jugo?".
La voz de Meagan devolvió a Zayden a la realidad, y al darse la vuelta, se encontró con sus ojos brillantes. La sonrisa que ella traía era tan dulce como las bebidas en sus manos.
No obstante, esta vaciló por un momento en sus labios, y mirando con los ojos entrecerrados a su esposo, ella le preguntó: "¿Qué pasa? No te ves bien...".
"Estoy bien", respondió él con frialdad. La verdad era que no le gustaba que lo vieran así, por lo que se alejó y agregó: "Bebe lo que tú quieras. A mí no me gustan las cosas dulces".
Meagan se quedó congelada por unos segundos, sorprendida por la extraña respuesta cortante de Zayden. Mordiéndose el labio, trotó para alcanzarlo, aunque se quedó un poco detrás de él porque no se atrevía a estar tan cerca.
El segundo día después de la boda transcurrió sin problemas.
Esa noche, Zayden le dejó el dormitorio a Meagan, y optó por dormir en el sofá de la sala de estar. Incluso le dio la única colcha que había en la casa, y se conformó con dormir envuelto en una sábana simple. Sintiéndose un poco mal por él, Meagan se quedó en la puerta del dormitorio durante un rato. Las palabras "Puedes dormir en la habitación" estaban bailando en la punta de su lengua, pero ella no se atrevía a pronunciarlas.
Parecía que lo que Zayden le había dicho era correcto; ella necesitaba tiempo para adaptarse al hecho de que ahora tenía marido.
Con una leve sonrisa, ella finalmente se retiró al dormitorio.
Se decía que, aunque Zayden era un luchador habilidoso, no era el mejor comunicándose y siempre actuaba con frialdad. No obstante, Meagan no pensaba que él fuera tan malo como decían esos rumores. Desde que había llegado allí, él la había tolerado y respetado.
Al tercer día de la unión, era costumbre que la novia visitara a sus padres.
Meagan se levantó temprano esa mañana, y se sentía un poco inquieta.
Para la mayoría de las recién casadas, volver a la casa de sus padres era un asunto feliz, y les pedían a sus maridos que las acompañaran así como también preparaban algunos regalos para sus padres. Toda la familia tenía un almuerzo feliz, y la pareja luego regresaba a su propia casa antes de que anocheciera.
Sin embargo, Meagan quería visitar a su padre simplemente para pedirle dinero.
Él le había prometido que siempre y cuando se casara con Zayden en lugar de Winona, él le daría dinero como regalo, y este sería suficiente para curar la enfermedad de su madre y costear la educación de su hermano.
Habían pasado tres días desde la boda, pero no se había mencionado nada al respecto, como si los Allison lo hubieran olvidado por completo.
Después de pensarlo bien, Meagan decidió tomar la iniciativa de hablar con su padre sobre eso, pero sabía que no podía llevar a Zayden, o su verdadera razón para casarse con él quedaría expuesta. Eso definitivamente heriría el orgullo del hombre, y ella no quería saber cómo era él cuando estaba enojado.
"Zayden, yo...". Ella se devanó los sesos para pensar en una buena razón para convencerlo de que la dejara ir sola a la casa de su padre.
No obstante, toda su capacidad para armar una oración lógica parecía haber desaparecido. Al final, no dijo nada y forzó una sonrisa. "El desayuno está listo. Ven a comer".
Él estaba haciendo su ejercicio matutino en el patio, y al escuchar la suave voz de Meagan, sintió un hermoso calor en su corazón derritiendo lentamente la capa de hielo que lo cubría.
Parecía que esa mujer había hecho un buen desayuno, pues el irresistible aroma llegaba hasta el patio. Cuando Zayden entró en la pequeña casa, de repente sintió como si el lugar se hubiera vuelto más brillante. Después de su matrimonio, la casa ya no estaba oscura y polvorienta como antes, y ahora se sentía como un hogar. Parecía que cuando Meagan se mudó allí había llevado la luz del sol con ella.
Zayden no pudo evitar sonreír mientras se sentaba en la mesa del comedor.
Sin embargo, cuando miró a Meagan, notó que ella no estaba tocando la comida en su plato, y parecía como si tuviera algo en mente.
Entonces cayó en cuenta de qué día era, por lo que preguntó en voz baja: "Hoy tienes que ir a visitar a tus padres, ¿verdad?".
Eso dejó atónita a Meagan, pues nunca esperó que Zayden fuera quien mencionara el tema. Mordiéndose el labio, ella bajó la mirada sin decir nada.