A Carolina se le aceleró el corazón al ver a Máximo. La sangre le hervía de deseo y tenía una sensación de anhelo y agonía entre las piernas.
En cuanto el chico se dio cuenta de su aparente excitación, se sintió confuso. Acababa de verle la pierna quemada, ¿por qué parecía desearlo tanto? La sujetó del cabello por la nuca y la atrajo hacia sí, haciéndola gemir.
"Me vuelves loco, ¿lo sabías?", habló mirándola fijamente a los ojos. "Y no entiendo...".
"Bésame", suplicó ella. Carolina no entendía cómo podía ser tan atrevida con él. Máximo despertó algo salvaje en su interior.
Deseaba besar a su mujer; sin embargo, recordó las condiciones en las que se encontraba, por lo que dio un paso atrás. Carolina lo tomó del brazo.
"Estoy sucio", dijo él, frunciendo el ceño.
"¿Y qué? Quiero un beso. Uno rapidito". La voz de la muchacha era suave y seductora.
"Si te beso, Carolina, querré más, y no tenemos tiempo para eso", respondió antes de maldecir en voz baja. "Me daré una ducha y volveré pronto".