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Emma siempre estuvo enamorada, del chico millonario de su clase. Pero él jamás, la miró nisiquiera una vez. Todo cambia, cuando los ojos de Matias, se ponen en ella. Eliseo, no quiere perderla ¿Con quíen se quedará Emma? ¿Con el chico bueno y pobre o el chico rico y guapo?
No lo sabía con exactitud, pero ese preciso momento todo cambiaría. Lo que no sabía: era qué tan jodida era la cosa. Tampoco tenía con certeza, que yo rompería mi corazón de alguna manera.
Estaba caminando por los largos pasillos, quería verte. Sabía que te tocaba una de las clases de avanzada, yo no era tan inteligente por lo cual esa clase no estaba contigo. Al llegar a los primeros peldaños del escalón, te pude ver: tenías puesto el uniforme de la escuela con tu corbata y tu camisa siempre blanca, tu cabello siempre estaba lacio pero se descontrola con facilidad con el viento.
Al acercarme, qué se levanta mi mano para saludarte. Ya te habías ido, dejándome con la mano suspendida en el aire y las palabras nuevamente atoradas en mi garganta.
Al ingresar a mi salón, puede verse de soslayo a Matías,"uno de mis compañeros que siempre me miraba en las clases". Aunque desde pequeños, siempre había intentado tener la posibilidad de molestarme. Por lo cual en ese momento, mi mayor ventaja era estar en el medio: pudiendo ignorar;así su mirada.
Al llegar la profesora, comienza a explicar qué va a ver, una especie de encuentro con las otras escuelas. Aquel suceso, me entusiasmó junto con mis amigas. Tenía dos, una se llamaba: Giss y la otra Cam.
Mi nombre era Emma, una persona comun, enamorada del mismo chico desde que era una pequeña de tu 4 años. Habíamos ido juntos al jardín, pero nunca habíamos tenido una conversación.
Estaba emocionada, sabía que la próxima hora pasaría una de las cosas más interesantes: el entraría por esa puerta y tendría una de las clases con él. Aunque él siempre se sentaba lejos de mí, Eliseo particularmente era un chico bastante serio.
Tal vez eso era lo que le llamaba la atención, a muchas de las chicas que iban a la escuela. Suspiré, apoye mi rostro en mi mano izquierda. Aprovechaba poder observar cada ángulo, aunque desde mi posición solo podía ver su oreja.
Pero incluso su oreja me parecía algo magnífico, una creación salida de otro mundo.
Mi amiga, me observo por el rabillo del ojo. Se acercó a mí y me dijo,"¿En qué momento dejara de pensar tanto en el?".
En parte tiene razón, nunca había visto a otro chico que no fuera él. Incluso con mis dieciocho años de edad, solo había sido el en toda mi vida.
Al terminar la clase, camino informe de simulada para poder verlo unos metros más. El camina de espaldas a mí, podría tener una vista magnífica de su trasero; Pero lo que más me interesaba era ver su sonrisa aunque sea unos segundos más del día.
Después de unas horas fingiendo amor frente a su jefe y de un pico después de decir "acepto", la noche pasó sin ningún otro contratiempo. Se marcharon en un Ford descapotable de los años sesenta y finalmente llegaron a la casa de Lionel. Tan pronto como pisaron el suelo, él la observó con aburrimiento y se giró para irse a dormir. No le gustaba estar rodeado de personas, a menos que fueran bailarinas en poca ropa. -¡Oye! -protestó Alexa, pero él no se giró para seguir avanzando-. Se supone que estamos casados -murmuró temblorosa. Finalmente, él se detuvo y Alexa se acercó a pasos firmes, rodeándolo. Lionel bajó la vista para fijarla en ella. Le resultó... ¿Bonita? Supuso que ese era un adjetivo acorde a esa mujer, aunque le parecía insoportable y aquello restaba la belleza que poseía. -¿Qué? ¿Quieres acostarte conmigo? -preguntó él. Ella levantó una ceja para negar, pero ya era tarde. Lionel la tomó entre sus brazos y la recostó sobre la pared. Una mano detrás de su cintura bajó hasta sus glúteos y los apretó. Alexa rodó los ojos para darle un empujón. -Al cabo que ni quería... puedo cogerme mujeres de verdad -se burló, pero no esperó recibir un cachetazo de la dama. Alexa observó sorprendida la mejilla roja de su ahora esposo. Su piel se volvió más pálida de lo normal y retrocedió un paso, luego otro. Lionel se limpió un hilo de sangre que caía en la comisura de sus labios y la observó furioso. Era raro verlo así. Corrió a su lado y la tomó del cuello con brusquedad. Poco a poco, Alexa pudo sentir que el oxígeno no pasaba por su garganta y que estaba quedándose sin aire. -P-por favor... -suplicó, pero Lionel siguió presionando hasta que la soltó arrojándola al suelo. Se limpió el saco, como si ella lo hubiera ensuciado, y se dio la vuelta. Alexa, perpleja por haber sido estrangulada por su esposo, se levantó. -¡Soy tu esposa! ¡Te guste o no! -gritó a todo pulmón. Lionel se giró, buscó algo en su bolsillo y dijo: -Bien. Ten, son diez mil dólares. El próximo mes te daré más, ahora vete. No me interesa tenerte en esta casa. -Somos marido y mujer. Merezco y debo estar aquí -susurró con la voz quebrada y los ojos llenos de sufrimiento. Él le lanzó una sonrisa ladina mientras avanzaba, pero ella, a pesar de temblar por ese hombre, no se dejó intimidar. -Entonces... -comentó mientras bajaba el cierre de su pantalón, sacando su enorme miembro frente a ella-... mételo en tu boca... -canturreó divertido. Lionel se rió de la desgracia de aquella mujer. Y ella lo sabía.
Isabella, una joven inocente, se ve envuelta en una apuesta con el seductor caballero Alejandro. Si gana, Alejandro la protegerá y la cuidará. Si pierde, ella perderá su virginidad a los ojos de Alejandro.
Observé de reojo al joven que estaba a unos metros delante de mí, Eric. Era el hijo de mi mejor amiga, Laura. Suspiré bajando la vista, pero no pude evitar verle. Ultimamente, para ser sincera podía llegar a jurar que el chico, se veía mas atractivo que antes. A sus veinte años, parecía un hombre sacado de una revista para mujeres maduras. Mis mejillas se tornaron rojas, y tuve que sostener con fuerza mi vestido. Mis ojos se volvieron frágiles ante la imagen que tenía frente a mí. Cuando flexionó sus brazos para sonreírle a mi hija, sentí un nudo extraño en mi garganta. Olivia, tenía la misma edad que Eric. Laura, me pasó un mate y desperté de la ensoñación, de observar la sonrisa de su hijo. -¿Estás bien? –cuestionó bajo una mirada intimidante, asentí enfocando mi vista a los dos. Eric, rodeaba en un abrazo a Olivia, tragué saliva en seco –son adorables. -Lo son –comenté sin titubear, si tan solo un solo sonido de mi voz sonaba insegura, Laura se tiraría sobre mí como una gacela. La conocía demasiado bien para saber que era curiosa, en demasía. -Entonces... ¿saldrás con el ingeniero? –su pregunta, provocó que mi concentración volviera a ella. Suspiré asintiendo, ¿qué le podría decir? De todos modos, ya era demasiado extraño que quisiera quedarme con su hijo en la ciudad. Yo tenía una casa en la capital, y me había ofrecido para que él fuera a vivir allí una temporada, incluso Laura fuera para hacerme compañía. No pretendía comenzar a mirar a Eric con otros ojos.
Una enfermera encuentra a una niña congelada en el exterior de su hospital y la rescata. Después de atenderla, descubre que la pequeña tiene un don mágico que le permite curar heridas y predecir el futuro. La niña la lleva a su manada, y se desarrolla una tensa relación con su cruel padre, el Rey de la Manada.
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Kiara despierta en una carcel, había sigo secuestrada por unos desconocidos. Esperando no encontrar el peor amo, alguien la salva, un hombre lobo cuyo nombre es Alexander. Emilia, hermana de Alexander descubre que Kiara es su pareja, al parecer reencarnada en una humana. Pero él se niega a creer eso. Ella la cura y le borra la memoria. Vuelve a su vida normal ya la universidad, encontrándose aun profesor muy sensual, Alexander.
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