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Bajo la influencia de una extravagante anciana, los padres de Alix la mandan al internado Dewbury "para niñas problemáticas". Una institución solo conocida por brujas y magos que esconde una enorme cantidad de secretos y misterios. Como por ejemplo, una antigua diosa encerrada en las mazmorras de la que se alimentan vampiros con ansias de poder.
Alix se encaminó hacia la librería muy emocionada junto a sus padres. Durante semanas les había suplicado que la dejaran comprarse la última edición de "Magia Oculta", su saga favorita. Se moría de la emoción por saber si la protagonista llegaba finalmente al trono y como se desarrollaría ese candente amor imposible con aquel mago oscuro. Debía saberlo ya, antes de que sus amigas se fueran de la lengua y le arruinaran la lectura.
El sol ya se escondía en el horizonte, dándole a la ciudad un aire algo lúgubre. Las pequeñas calles que atravesaban Alix y sus padres estaban vacías exceptuando las pocas personas que caminaban apresuradas para llegar a cenar en sus casas o aquellas que disfrutaban pasear su perro al atardecer.
- ¡Aquí es! -gritó Alix dando un pequeño saltito de alegría mientras abría la pesada puerta de cristal en la que habían apegado un letrero de madera "Librería Addams, todo lo que necesites y más".
Tan pronto como entraron en la tienda, la lectora voló a la estantería de novelas fantásticas en busca de su volumen mientras que sus padres se dirigieron hacia la dependienta. Una anciana, rondando los setenta, de tez clara y arrugada por el paso del tiempo. Vestida con una túnica algo andrajosa y desgastada por los años, de un color violeta apagado. Esta los miró con sus pequeños ojos claros brillantes y les hizo una seña para que se acercaran.
- Ahh, clientes, que gusto, últimamente no pasan muchos por aquí. Parece que los jóvenes se llevan cada vez peor con los libros. -tenía una voz rasposa, pero a la vez llena de dulzura. Parecía la típica abuela que se sienta y les cuenta a sus nietos miles de aventuras de su juventud.
- Pues a nuestra hija no hay manera de separar la de los libros ¡Vive en ellos! - se rió la madre de Alix acercándose a la mesita en donde se encontraba la anciana.
- Sí, sí, ya la he visto corriendo hacia uno de los pasillos, muy enérgica ¿será una criatura bastante problemática no? - preguntó la anciana restándole importancia a sus palabras con una media sonrisa.
- No, para nada, en realidad es muy tranquila y inteligente. Nunca nos ha traído problemas. -dio un paso adelante su padre, intentando ocultar su molestia por las insinuaciones de la señora. Su hija no era ninguna problemática, era la niña de sus ojos. Una princesa.
La anciana sonrió cínicamente ante las palabras del hombre y sacó un polvo brillante que ya tenía preparado hace unos días. Sin darles tiempo a reaccionar, se lo soplo pronunciando algo en un idioma extraño. Los padres de Alix, quedaron aturdidos por unos pocos segundos y luego adoptaron de nuevo una postura normal. Se habría quedado un rato más charlando con ellos pacíficamente, pero Alix no tardaría en volver y ella no iba a arriesgarse.
- Su hija tiene que ir a este internado, le hará bien. Su comportamiento es inaceptable y tiene que corregirse. Llamarán esta misma noche al número indicado en este folleto y se irá mañana al mediodía como muy tarde. -decretó la anciana otorgándoles un folleto. Ambos asintieron con un movimiento de cabeza y la madre guardó el folleto en su bolso.
- Mamá, Papá, ya tengo el libro. Y también he visto este otro... Se ve muy interesante. -dijo Alix mientras caminaba sonriente hacia sus padres mirando las bellas portadas de lo que serían sus dos nuevos libros.
- Alix -la llamó su padre autoritariamente, a lo que ella levantó la cabeza algo asustada y confundida. Hace poco estaba muy calmado, y que ella supiera nada había pasado en esos pocos minutos como para hacerle cambiar de humor tan repentinamente.- Deja los libros, nos vamos a casa, tenemos que hablar- finalizó haciendo que Alix se paralizara completamente.
- Pero, papá...- sollozó, no entendía que estaba pasando. Le echó una mirada a su madre en busca de respuestas pero ella la miraba tan duramente como su padre. Incluso puede que más.
- Vámonos -dijo con el mismo tono y se encaminó hacia la puerta seguido de su madre.
Alix dejó los libros en una mesa al azar y corrió hacía sus padres. Ella no era de las chicas que se ponían a hacer un berrinche o una escenita cuando sus padres actuaban de esa manera. No iba a patear el suelo y cruzarse de brazos. Eso se vería muy infantil y haría el ridículo ante la dependienta. Aún así, en el fondo, le habría gustado tener la valentía de hacerlo. Era injusto. Le habían prometido ese libro, y algún otro más. Se había esforzado por sacar buenas notas y jamás les había faltado el respeto. Le habían dicho que una promesa jamás se rompe. Y ahí estaba ella, caminando hacia casa con las manos vacías.
▪︎ ▪︎ ▪︎
La noche ya estaba en su auge y Alix y sus padres se encontraban cenando en la pequeña cocina de su piso de alquiler que duramente pagaban cada mes.
El señor y la señora Springs habían mantenido sus expresiones intactas desde la salida de la librería. Tampoco habían pronunciado ni una sola palabra. Todo ese comportamiento le parecía muy extraño a Alix.
- Te tenemos que decir algo. -se dirigió de repente hacia ella su madre echándose una mirada cómplice con su padre.
- Vas a ir a este internado. No puedes seguir comportando te así. -dijo secamente el señor Springs mientras su madre le mostraba el folleto.
"Dewbury, internado para niñas problemáticas". Leyó Alix muy confundida ¿Ella? ¿Una niña problemática? No entendía lo que estaba pasando. Exceptuando cuando era muy pequeña y no muy consciente de sus actos, ella jamás se había metido en problemas. Llevaba una vida tranquila, menos cuando leía. Ahí luchaba contra trolls y volaba con dragones. Pero eso no la convertía en problemática ¿o sí?
- Pero, ¿cómo? ¿por qué? Papá, yo no he hecho nada. No quiero ir. -replicó intentando sonar racional. Era una locura. Un internado. Y encima parecía estar muy lejos. Nos los vería a ellos, ni a sus amigos. Dejaría toda su vida.
- No hagas preguntas, tu madre y yo llamamos mientras te estabas duchando. Mañana a las diez vendrán a recogerte. Una suerte que acepten alumnos ya en noviembre. -dijo su padre sin siquiera dirigirle una mirada a su hija.
- ¡No! -replicó de nuevo elevando el tono. Todo, parecía una cruel broma. Pero sus padres no eran de aquellas personas con sentido del humor. Pero tampoco eran tan irracionales. O ella era la que estaba siendo irracional. Ya no entendía nada.
- Irás y punto -decretó duramente su padre y ella no tuvo más que asombrarse y dejar la estancia.
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