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La Joya es riqueza La Joya es belleza La Joya es realeza Pero para chicas como Violet, la Joya no es más que sumisión. Ella nació y creció en el Pantano. Durante años, la entrenaron para cumplir con un solo objetivo: servir a la realeza. Pero una realidad brutal y violenta se oculta detrás de la brillante fachada de la Joya. Allí, Violet conocerá qué tan lejos puede llegar una persona con tal de obtener poder. Y lo que es aún peor, se dará cuenta de que las vidas de las jóvenes como ella valen menos de lo que jamás imaginó. Ahora debe encontrar una manera de sobrevivir, de escapar de ese futuro para el que tanto la prepararon, antes de que sea demasiado tarde...
Hoy es mi último día como Violet Lasting.
Las calles del Pantano son silenciosas durante las primeras horas de la
mañana, solo se oyen los pasos lentos y pesados de un burro y el tintineo de
botellas de vidrio causado por el andar de la carreta de un lechero. Corro mis
sábanas y me pongo la bata de baño sobre el camisón. La bata, de un azul
oscuro, es una prenda que heredé de mi madre, y tiene los codos desgastados.
Solía quedarme enorme, las mangas cubrían mis manos por completo y el
dobladillo se arrastraba por el suelo. Durante los últimos años, crecí con ella
puesta, esperando para que me quedara bien, y ahora me calza de la misma
manera que a mi madre. Me encanta. Es uno de los pocos objetos que me
permitieron traer conmigo a la Puerta Sur. Tuve suerte de poder traer todo lo
que traje. Los otros tres centros de retención son más estrictos con respecto a los
objetos personales; la Puerta Norte los prohíbe por completo.
Presiono mi rostro contra los barrotes de hierro forjado de la ventana; son curvos y están enredados en forma de rosas, como si el hecho de ser agradables a
la vista les permitiera fingir ser algo que no son.
Las calles de tierra del Pantano brillan con un resplandor dorado opaco con la
luz de la madrugada; casi puedo imaginar que están hechas de un material
majestuoso. Son las calles las que le dan al Pantano su nombre: todas las piedras,
el cemento y el asfalto fueron llevados a los círculos más adinerados de la ciudad,
por lo que el Pantano quedó con las calles cubiertas de un lodo oscuro y grueso
que huele a sal y azufre.
Los nervios revolotean en mi pecho, como si tuvieran pequeñas alas. Hoy
podré ver a mi familia por primera vez en cuatro años. A mi madre, a mi Ochre,
y a la pequeña Hazel. Probablemente ya no sea tan pequeña. Me pregunto si
siquiera desean verme, si me he convertido en una extraña para ellos. ¿He
cambiado quien solía ser? No estoy segura de poder recordar quién fui una vez.
¿Y si ni siquiera me reconocen?
La ansiedad repiquetea en mi interior a medida que el sol, lejos, se eleva con
lentitud sobre la Gran Muralla, la que rodea la totalidad de la Ciudad Solitaria.
La muralla que nos protege del océano violento que está del otro lado. La que
nos mantiene a salvo. Amo el amanecer aún más que el atardecer. Hay algo tan
fascinante en ver al mundo cobrar vida con una paleta infinita de colores. Es
esperanzador. Me alegra poder presenciar este: franjas rosadas y lavandas se
entremezclan con ríos rojos y dorados. Me pregunto si podré presenciar algún
amanecer cuando comience mi nueva vida en la Joya.
A veces, desearía no haber nacido sustituta.
Cuando Patience viene a buscarme, estoy acurrucada en la cama, todavía en mi
bata de baño, memorizando mi habitación. No es la gran cosa, solo hay una
cama pequeña, un armario y un tocador de madera descolorido. Mi violonchelo
está apoyado en una esquina. Sobre el tocador hay un jarrón con flores, que
luego de unos días las cambian, un cepillo, un peine, algunas cintas para el
cabello y una cadena vieja que tiene el anillo de bodas de mi padre. Mi madre
me obligó a quedármelo luego de que los médicos me diagnosticaron, antes de
que los soldados vinieran a llevarme.
Me pregunto si lo ha extrañado, después de tanto tiempo. Me pregunto si me
ha extrañado al igual que yo la he extrañado a ella. Un nudo se tensa en mi estómago.
La habitación no ha cambiado mucho desde que llegué aquí hace cuatro años.
Sin cuadros. Sin espejo. Los espejos están prohibidos en los centros de retención.
La única incorporación ha sido mi violonchelo, que ni siquiera es mío en
realidad, dado que pertenece a la Puerta Sur. Me pregunto quién lo usará
cuando me haya ido. Es extraño, pero por más aburrida e impersonal que sea
esta habitación, creo que la voy a extrañar.
–¿Cómo lo llevas, querida? –pregunta Patience. Siempre usa esos apodos con
nosotras: "querida", "cariño" y "borre-
guita"; como si tuviera miedo de usar nuestros nombres reales. Tal vez
simplemente no quiere encariñarse. Ha sido la cuidadora en jefe en la Puerta Sur
por un largo tiempo. Probablemente ha visto cientos de jóvenes pasar por esta
habitación.
–Estoy bien –mentí. No tiene sentido decirle la verdad, que me siento como si
la piel me picara de adentro hacia afuera y como si hubiera un peso en la parte
más profunda y oscura de mi ser.
Sus ojos me observan de pies a cabeza, y frunce los labios. Patience es una
mujer rellenita que tiene mechones grises en su ralo cabello castaño, y su rostro
es tan fácil de leer, que puedo adivinar lo que dirá antes de que lo haga.
–¿Estás segura de que eso es lo que quieres usar?
Asiento, mientras acaricio la suave tela de la bata de baño con mi pulgar y el
índice, y salgo de la cama a toda prisa. Ser una sustituta tiene ventajas. Podemos
usar la ropa que nos plazca, comer lo que queramos y dormir hasta tarde los
fines de semana. Nos dan educación; una buena educación. Nos dan comida y
agua fresca, siempre tenemos electricidad y nunca debemos trabajar. Nunca
debemos en-
frentarnos a la pobreza, y las cuidadoras nos dicen que obtendremos aún más
beneficios una vez que comencemos a vivir en la Joya.
Excepto libertad. Jamás la mencionan.
Patience sale de la habitación y yo la sigo. Los pasillos del Centro de
Retención de la Puerta Sur están revestidos con madera de teca y palo de rosa;
obras de arte cuelgan en las paredes, manchones de color que no muestran nada
real. Todas las puertas son exactamente iguales, pero yo sé hacia cuál nos
dirigimos. Patience te despierta solo si tienes una consulta con el médico, si hay una emergencia, o si es tu Día de la Verdad. Solo hay otra chica más en este
piso, sin contarme a mí, que irá a la Subasta mañana. Mi mejor amiga: Raven.
Su puerta está abierta y ya está vestida con unos pantalones de cintura alta
color canela y una camiseta con escote en V.
No puedo decir si Raven es más linda que yo, porque no he visto mi propio
reflejo en cuatro años. Pero sí puedo afirmar que ella es una de las sustitutas más
hermosas de la Puerta Sur. Ambas tenemos el cabello negro, pero el de Raven es
muy corto, lacio y brillante, mientras que el mío cae en ondas por mi espalda.
Tiene la piel sedosa color caramelo y ojos almendrados casi tan oscuros como su
cabello, que enmarca un rostro ovalado perfecto. Es más alta que yo, lo que es
mucho decir. Mi piel es color marfil, lo que contrasta en forma extraña con mi
cabello, y mis ojos son violetas. No necesito un espejo para saber eso. Por ellos
tengo este nombre, Violet.
–Gran día, ¿eh? –me dice Raven, saliendo al pasillo para reunirse con
nosotras–. ¿Eso te vas a poner?
Ignoro su segunda pregunta.
–Mañana será un día más importante.
–Sí, pero no podemos elegir qué vestir mañana. O el día siguiente. O... bueno,
nunca más –se acomoda el cabello detrás de las orejas–. Espero que quien sea
que me compre me permita usar pantalones.
–Yo no me haría ilusiones, querida –dice Patience.
Debo admitir que tiene razón. La Joya no parece ser el tipo de lugar donde las
mujeres vistan pantalones, a menos que sean sirvientes que trabajen en lugares
ocultos a la vista. Incluso si nos venden a una familia mercante del Banco, es
probable que los vestidos sean el atuendo requerido.
La Ciudad Solitaria está dividida en cinco círculos, cada uno separado por un
muro, y todos, excepto el Pantano, tienen apodos basados en su industria. El
Pantano es el círculo exterior, el más pobre. No tenemos industria, solo
albergamos a la mayoría de los trabajadores que trabajan en los otros círculos.
El cuarto círculo es la Granja, donde se cultivan todos los alimentos. Luego, le
sigue el Humo, donde están las fábricas. Al segundo círculo se lo llama el Banco,
porque allí es donde todos los comerciantes tienen sus tiendas. Y por último está
el círculo interno, o la Joya. El corazón de la ciudad, donde vive la realeza. Y
donde, después de mañana, Raven y yo viviremos también.
Bajamos por la amplia escalera de madera, siguiendo a Patience. El aroma
desde la cocina envuelve la escalera: pan recién horneado y canela. Me recuerda
a cuando mi madre hacía bollos de canela almibarados para mi cumpleaños, un
lujo que casi nunca podíamos pagar. Puedo comerlos cuando desee ahora, pero
no tienen el mismo sabor.
Pasamos por una de las aulas; la puerta está abierta y me detengo un segundo
para observar. Las niñas son jóvenes, tal vez tengan solo once o doce años.
Nuevas. Como yo lo fui una vez. Cuando augurio era solo una palabra, antes de
que me explicaran que yo era especial, que todas las niñas en la Puerta Sur lo
eran. Que gracias a una peculiaridad genética, teníamos la capacidad de salvar a
la realeza.
Las niñas están sentadas en los escritorios, cada una con una cubeta pequeña a
un lado, y hay un pañuelo cuidadosamente doblado junto a cada una de ellas.
Cinco cubos color rojo están alineados delante de cada niña. Una cuidadora está
sentada en un gran escritorio, tomando notas; detrás de ella en el pizarrón está
escrita la palabra VERDE. Las están evaluando en el primer Augurio: Color.
Esbozo una media sonrisa, pero también me estremezco al recordar todas las
veces que di ese examen. Observo a la niña que está más cerca de mí, mientras
transformo un cubo imaginario en mis manos y ella transforma uno de un rojo
intenso en las suyas.
*Una vez para verlo como es. Dos, para verlo en tu mente. Tres, para que obedezca tu voluntad.*
Unas vetas verdes se expanden desde el área donde sus dedos tocan el cubo y se
arrastran a través de la superficie roja como si fueran enredaderas. Los ojos de la
niña están entrecerrados por la concentración, mientras lucha contra el dolor, y
si puede aguantar solo unos segundos más, sé que podrá lograrlo. Pero el dolor
gana, y ella llora y suelta el cubo. El rojo le gana al verde. Luego sujeta la
cubeta y escupe una mezcla de sangre y saliva. Un delgado hilo de sangre sale de
su nariz y lo limpia con el pañuelo.
Suspiro. El primer Augurio es el más fácil de los tres, pero ella solo logró
cambiar el color de dos de sus cubos. Tiene un largo día por delante.
–Violet –llama Raven, y me apresuro a alcanzarla.
El comedor no está lleno, la mayoría de las chicas ya están en clase. Cuando
Raven y yo ingresamos, todas las conversaciones se detienen, las cucharas y las
tazas se apoyan, y cada chica en la habitación se pone de pie, cruza dos dedos de la mano derecha y los presiona contra su corazón. Es una tradición del Día de la
Verdad, un homenaje para las sustitutas que se irán para ser parte de la Subasta.
Yo misma he hecho el mismo gesto cada año, pero se siente extraño que esté
dirigido hacia mí. Se me hace un nudo en la garganta y me pican los ojos. Puedo
sentir a Raven poniéndose tensa a mi lado. Muchas de las chicas que nos saludan
con el gesto también irán a la Subasta mañana.
Nos sentamos en nuestra mesa de siempre, en una esquina junto a las ventanas.
Me muerdo el labio, dándome cuenta de que, en muy poco tiempo, ya no será
"nuestra" mesa. Este es mi último desayuno en la Puerta Sur. Mañana, estaré en
un tren.
Una vez que tomamos asiento, el resto de la habitación hace lo mismo, y las
conversaciones empiezan de nuevo, ahora en susurros bajos.
–Sé que es un símbolo de respeto –murmura Raven–, pero no me gusta estar
del lado que lo recibe.
Una cuidadora joven, llamada Mercy, se apresura a acercarse con una cafetera
plateada.
–Buena suerte mañana –dice con voz tímida. Apenas logro sonreír. Raven no
dice nada. El rostro de Mercy se torna un poco rosado–. ¿Qué puedo traerles
para desayunar?
–Dos huevos fritos, papas aplastadas fritas, tostadas con manteca y jalea de
frutilla; y tocino, cocido pero no quemado.
Raven recita sin pausas y con velocidad toda su lista de desayuno, como si
estuviese deseando que Mercy se equivoque. Probablemente, logró que la
cuidadora se confundiera. A
Raven le gusta molestar a las personas, sobre todo cuando está nerviosa.
Mercy simplemente sonríe e inclina la cabeza.
–¿Y para ti, Violet?
–Ensalada de frutas –digo. Mercy se escabulle hacia la cocina–. ¿De verdad te
vas a comer todo eso? –le pregunto a Raven–. Yo siento que mi estómago se
encogió de pronto.
–Siempre estás preocupada –dice, y agrega dos cucharadas generosas de azúcar
a su café–. Lo juro, un día te vas a generar una úlcera.
Bebo un sorbo de café y observo al resto de las chicas en el comedor. Sobre
todo a las que irán a la Subasta. Algunas se ven como yo me siento, como si desearan acurrucarse en la cama y esconderse debajo de las sábanas; pero otras
chicas están conversando con entusiasmo. Nunca logré comprender del todo a
esas jóvenes, a las que creían todas las palabras de las cuidadoras sobre lo
importantes que somos, y sobre cómo estamos cumpliendo con una tradición
noble y antigua. Una vez le pregunté a Patience por qué no podíamos regresar a
casa después de haber dado a luz, y ella dijo: "Eres demasiado valiosa para la
realeza. Quieren cuidarte por el resto de tu vida. ¿No es maravilloso? Tienen un
corazón tan generoso".
Le respondí que prefería a mi familia antes que la generosidad de la realeza. A
Patience no le gustó mucho mi comentario.
En una mesa cercana, una niña más joven que parecía tímida, grita presa del
dolor y la sorpresa al ver cómo su vaso de agua se convierte en hielo. Lo suelta y
se hace trizas contra el suelo. Le empieza a sangrar la nariz, toma una servilleta y
sale corriendo del comedor, mientras que una cuidadora se apresura a seguirla
con una pala en la mano.
–Me alegra que eso ya no suceda –dice Raven. Los Augurios son difíciles de
controlar cuando empiezas a aprenderlos, y el dolor siempre es peor cuando no
te lo esperas. La primera vez, tosí sangre y creí que estaba muriendo. Pero deja
de suceder después de un año o dos. Ahora, solo me sangra la nariz cada tanto.
–¿Recuerdas cuando hice que toda esa canasta de fresas fuera azul? –pregunta
Raven, casi riendo.
Me estremecí ante el recuerdo. Al principio, había sido divertido, pero no
pudo detenerlo durante un día entero: todo lo que tocaba se teñía de azul.
Raven se enfermó gravemente, y los médicos tuvieron que ponerla en
cuarentena.
Ahora la miro, observo cómo le agrega con tranquilidad leche a su café y me
pregunto cómo se supone que viviré sin ella.
–¿Sabes tu número de lote? –le pregunto.
La cuchara tintinea contra la taza de Raven, su mano tiembla por un segundo
ínfimo.
–Sí.
Es una pregunta estúpida, a todas nos asignaron nuestros números de lote
anoche. Pero quiero saber cuál es el de Raven. Quiero saber por cuánto tiempo
más podré ver a mi mejor amiga.
–¿Y?
–Lote 192. ¿Tú?
Exhalo antes de responder.
–197.
–Parece que somos productos deseados –dice Raven sonriendo.
Cada Subasta consta de una cantidad diferente de sustitutas y todas responden
a una clasificación. Se considera que las últimas diez en ser subastadas son de la
mejor calidad y, por lo tanto, son las más codiciadas. Este año tiene la mayor
cantidad de sustitutas para subastar en la historia reciente: 200.
No me importa demasiado mi posición. Prefiero estar con una pareja
agradable que con una adinerada; pero esos números implican que Raven y yo
estaremos juntas hasta el final.
El comedor queda sumido en silencio cuando tres chicas ingresan en él. Raven
y yo nos ponemos de pie al igual que el resto y saludamos a las muchachas que
mañana viajarán con nosotras en el tren. Dos de ellas se sientan en una mesa
debajo del candelabro, pero la otra, una rubia pequeña con grandes ojos azules,
se acerca a nosotras con paso animado.
–Buen día, chicas –dice Lily efusivamente, dejándose caer en una de las sillas
elegantes, con una revista de chismes apretada entre las manos–. ¿No están
entusiasmadas? ¡Yo estoy más que emocionada! Mañana podremos ver la Joya.
¿Pueden creerlo?
Lily me cae bien, a pesar de su entusiasmo abrumador y de caer en la categoría
de chicas exaltadas que no comprendo.
No tenía una familia demasiado buena en el Pantano. Su
padre la golpeaba, y su madre era alcohólica. El haber sido diagnosticada como
sustituta sí fue algo bueno para ella.
–De seguro es un cambio en la rutina –dice Raven con acidez.
–¡Lo sé! –Lily es incapaz de detectar el sarcasmo.
–¿Irás a casa hoy? –pregunto. No puedo imaginar que Lily quiera ver a su
familia de nuevo.
–Patience dijo que no tengo que hacerlo, pero me gustaría ver a mi madre –
explica Lily–. Y ella dijo que puedo llevar unos soldados como escolta, para que
papi no me lastime –su boca dibuja una sonrisa amplia, y siento una fuerte
punzada de lástima.
–¿Ya sabes tu número de lote? –le pregunto.
–Agh, sí. 53, ¿pueden creerlo? ¡De 200! Es probable que termine con una
familia mercante del Banco.
La realeza le permite a una cantidad selecta de familias del Banco asistir a la
Subasta cada año, pero ellos solo pueden hacer una oferta por las sustitutas que
están en las posiciones bajas. El Banco no necesita a las sustitutas tanto como la
realeza; las mujeres del Banco son capaces de engendrar sus propios hijos. Para
ellos, nosotras solo somos un símbolo de status.
–¿Ustedes qué posiciones tienen, chicas?
–192 –responde Raven.
–197.
–¡Lo sabía! Sabía que ambas obtendrían puntajes excelentes. Ooooh, ¡estoy tan
celosa!
Mercy se acerca a paso rápido con nuestro desayuno.
–Buen día, Lily. Suerte para mañana.
–Gracias, Mercy –Lily le sonríe–. Ah, ¿puedes traerme tortitas de arándanos?
¿Y jugo de pomelo? ¿Y mango cortado?
Mercy asiente.
–¿Eso es lo que te vas a poner? –me pregunta Lily, frunciendo el ceño con
preocupación genuina.
–Sí –digo, exasperada–. Esto es lo que me pondré. Es mi ropa favorita y dado
que es la última vez en mi vida en la que podré elegir mi propio atuendo, elijo
usar esto, porque me encanta y porque es mío. No me importa cómo me veo.
Raven esconde su sonrisa detrás de una cucharada de huevos y patatas. Lily
parece confundida por un segundo, pero pronto vuelve a la normalidad.
–¿Se enteraron? ¿Sobre la Electriz? –nos mira con expectativa, pero Raven
está más interesada en su comida, y yo nunca le presté demasiada atención a la
política de la Joya. Sin embargo, algunas chicas sí están al tanto de los chismes.
–No –respondo para ser amable, pinchando un trozo de melón con el tenedor.
Lily apoya la revista sobre la mesa. El joven rostro de la Electriz nos observa
desde la cubierta de La Joya hoy, debajo del titular que dice LA ELECTRIZ ASISTIRÁ A LA
SUBASTA.
–¿Pueden creerlo? ¡La Electriz en nuestra Subasta! –está fuera de sí. Adora a la
Electriz, al igual que varias de las chicas de la Puerta Sur. Su historia es bastante inusual: ella nació en el Banco, no es parte de la realeza en realidad, pero el
Exetor la vio durante un viaje que hizo a una de las tiendas de su padre, se
enamoró de ella, y se casaron. Muy romántico.
La familia de la Electriz es parte de la realza ahora, por supuesto, y vive en la
Joya. Muchas chicas la ven como un símbolo de esperanza, como si sus destinos
pudieran cambiar como el de ella. Aunque no entiendo, en primer lugar, qué es
lo terrible de ser la hija de un comerciante.
»Nunca pensé que vendría –continúa Lily–. Es decir, su hermoso hijito nació
hace pocos meses. Imagínense: ¡podría elegir a una de nosotras para engendrar a su
próximo bebé!
Quiero destrozar el mantel de encaje con mis uñas. Lo dice como si tuviéramos
que sentirnos honradas, como si fuera nuestra decisión. No quiero engendrar el
bebé de nadie, ni el de la Electriz ni de ninguna otra. No quiero que me vendan
mañana.
Y Lily se ve tan entusiasmada, como si realmente existiera la posibilidad de que
la Electriz hiciese una oferta por ella. Solo es el Lote 53.
Me odio a mí misma en cuanto se me ocurre ese pensamiento. Ella no es el Lote
53, ella es Lily Deering. Ama el chocolate, los chismes y los vestidos rosas con
collares de encaje, y toca el violín. Viene de una familia horrible y nunca te
darías cuenta, porque tiene algo bueno que decir de todas las personas que ha
conocido. Ella es Lily Deering.
Y mañana, la comprarán y pagarán por ella, y vivirá en una casa desconocida
bajo las reglas de una mujer extraña. Una mujer que tal vez no la comprenda a
ella ni a su incansable e infinito entusiasmo. Una a la que no le importe o que no
sepa cómo hablar con ella. Una mujer que obligará a su propio hijo a crecer
dentro de Lily, le guste a ella o no.
De pronto, estoy tan enojada que apenas puedo tolerarlo. Antes de darme
cuenta, estoy de pie con las manos cerradas como puños.
–¿Qué...? –comienza a preguntar Lily, pero ni siquiera la escucho. Apenas
vislumbro la expresión de sorpresa de Raven antes de marcharme a través de las
mesas, ignorando las miradas furtivas y curiosas de las otras chicas, y de repente
estoy corriendo fuera del comedor y subiendo las escaleras. Cierro la puerta de
mi habitación de un portazo.
Sujeto el anillo de mi padre y lo coloco en mi pulgar; es el dedo más grande que tengo y al anillo aún le queda holgado. Cierro los dedos formando un puño
alrededor de la cadena.
Camino sin cesar de un lado a otro por la celda pequeña que es mi habitación;
no puedo creer que pensé que extrañaría este lugar. Es una cárcel, un sitio en
donde me mantienen encerrada antes de que me despachen para convertirme en
la incubadora humana de una mujer que jamás he conocido. Las paredes
comienzan a cerrarse sobre mí y tropiezo con mi tocador y todo cae al suelo.
Escucho los golpes cortos del cepillo y el peine mientras rebotan contra la
madera, y cómo el jarrón se hace trizas y desparrama las flores por doquier.
Mi puerta se abre. La mirada de Raven va de mí al desastre en el suelo sin
parar. La sangre palpita con fuerza en mi sien y el cuerpo me tiembla. Se acerca
hacia mí mirando dónde pisar y me envuelve con sus brazos. Los ojos se me
llenan de lágrimas y no puedo contenerlas, se deslizan por mis mejillas y su blusa
las absorbe.
Nos quedamos en silencio por un largo rato.
–Tengo miedo –susurro–. Tengo miedo, Raven.
Me abraza con fuerza, y luego comienza a levantar los trozos desparramados.
Siento una oleada cálida de vergüenza por el desorden que he causado, y me
inclino a ayudarla.
Colocamos los restos del jarrón destrozado sobre mi tocador y Raven se limpia
las manos en el pantalón.
–Vamos a asearte –dice.
Asiento y caminamos por el pasillo, tomadas de la mano, hasta el baño. La
chica que dejó caer el vaso de hielo está allí, limpiándose la nariz con un paño
húmedo; el sangrado se ha detenido, pero tiene la piel cubierta de una capa
delgada de sudor. Se sorprende al vernos.
–Fuera –ordena Raven. La chica suelta el paño y se apresura a salir por la
puerta.
Raven toma un paño facial limpio y lo remoja en agua y jabón de lavanda.
–¿Estás nerviosa... –estuve a punto de decir "por la Subasta", pero cambié de
opinión– por ver de nuevo a tu familia?
–¿Por qué debería estarlo? –responde, limpiando mi cara con el paño húmedo.
El aroma a lavanda es reconfortante.
–Porque no los has visto en cinco años –digo con delicadeza. Raven ha estado aquí más tiempo que yo.
Se encoge de hombros, pasando el paño debajo de mis ojos. La conozco lo
suficientemente bien y sé que debo cambiar el tema. Enjuaga el paño y comienza
a peinar mi cabello. El corazón me late con fuerza al pensar en lo que ocurrirá
después de este día.
–No quiero ir –confieso–. No quiero ir a la Subasta.
–Por supuesto que no quieres –responde–. No estás loca como Lily.
–No seas mala. No digas eso.
Raven pone los ojos en blanco, apoya el peine, y me acomoda el cabello sobre
los hombros.
–¿Qué nos sucederá? –pregunto.
Raven toma mi barbilla con la mano y me mira directo a los ojos.
–Escúchame con atención, Violet Lasting. Vamos a estar bien. Somos
inteligentes y fuertes. Estaremos bien.
El labio inferior me tiembla y asiento. Raven se relaja y acaricia mi cabello por última vez.
–Perfecto –dice con firmeza–. Ahora, vayamos a ver a nuestras familias.
Treinta y cinco chicas llegaron a Palacio. Ahora, solo quedan seis. De las treinta y cinco chicas que llegaron a Palacio para competir en la Selección, todas menos seis han sido devueltas a sus hogares. Y solo una conseguirá casarse con el príncipe Maxon y ser coronada princesa de Illéa. America todavía no está segura de hacia dónde se inclina su corazón. Cuando está con Maxon, se ve envuelta en un romance nuevo y que la deja sin aliento y ni siquiera puede imaginar estar con nadie más. Pero cuando ve a Aspen en los alrededores de Palacio, los recuerdos de la vida que planeaban tener juntos se agolpan en su memoria. El grupo de chicas que llegaron a Palacio se ha visto reducido a la Élite de seis, y cada una de ellas va a hacer todo lo posible por ganarse a Maxon. El tiempo se acaba y America tiene que tomar una decisión. Sin embargo, cuando ya cree que ha llegado a la conclusión definitiva, un suceso devastador hace que se lo vuelva a plantear todo de nuevo. Y mientras lucha por averiguar dónde está su futuro, los rebeldes violentos que quieren derrocar la monarquía se hacen cada vez más fuertes y sus planes podrían acabar con cualquier aspiración que America pudiera tener de un final feliz...
Para treinta y cinco chicas, La Selección es una oportunidad que sólo se presenta una vez en la vida. La oportunidad de escapar de la vida que les ha tocado por nacer en una determinada familia. La oportunidad de que las trasladen a un mundo de trajes preciosos y joyas que no tienen precio. La oportunidad de vivir en un palacio y de competir por el corazón del guapísimo príncipe Maxon. Sin embargo, para America Singer, ser seleccionada es una pesadilla porque significa alejarse de su amor secreto, Aspen, quien pertenece a una casta inferior a la de ella; y también abandonar su hogar para pelear por una corona que no desea y vivir en un palacio que está bajo la constante amenaza de ataques violentos por parte de los rebeldes.
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Durante tres años, Jessica soportó un matrimonio sin amor mientras su marido fingía impotencia. Sus mentiras se desvelaron cuando apareció una amante embarazada. Tras seis meses recopilando pruebas en secreto, Jessica se deshizo de él y construyó su propio imperio multimillonario. Tras el divorcio, se transformó en una figura irresistible, atrayendo admiradores. Un día, al salir de su oficina, se encontró con Kevan, el hermano de su exesposo. Él intervino, enfrentándose a ella: "¿Acaso era solo una herramienta para ti?". Los labios de Jessica se curvaron en una sonrisa tranquila mientras respondía: "¿Cuánta compensación quieres?". La voz de Kevan se suavizó. "Todo lo que quiero eres tú".
Durante sus tres años de matrimonio con Colton, Allison ocultó su verdadera identidad y se esforzó de todo corazón para apoyarlo. Sin embargo, fue traicionada y abandonada por su esposo infiel. Desanimada, ella se propuso redescubrir su verdadero yo: una perfumista de talento, el cerebro de una famosa agencia de inteligencia y la heredera de una red secreta de hackers. Al darse cuenta de sus errores, Colton expresó su arrepentimiento: "Sé que metí la pata. Por favor, dame otra oportunidad". Sin embargo, Kellan, un magnate que se suponía que era discapacitado, se levantó de su silla de ruedas, tomó la mano de Allison y se burló desdeñosamente: "¿Quieres que te acepte de nuevo? Sigue soñando".
Acusada de asesinato, la madre de Sylvia Todd fue considerada una traidora por toda la manada, condenando a Sylvia a vivir el resto de su vida sola y humillada como una humilde esclava. Lo único que quería la chica era demostrar la inocencia de su madre de alguna manera, pero el destino nunca parecía estar de su lado. A pesar de todo, Sylvia nunca perdió la esperanza. Como el futuro rey licántropo de todos los hombres lobo, Rufus Duncan poseía un gran poder y estatus, pero tenía una inexplicable reputación de ser cruel, sanguinario y despiadado. Sin que todo el mundo lo supiera, había sido maldecido hacía mucho tiempo y se veía obligado a transformarse en un monstruo asesino cada luna llena. Aunque el destino no siempre favorecía a los dos, unió a Sylvia y Rufus como pareja predestinada. ¿Se hará justicia para la madre de Sylvia? ¿Podrán ella y Rufus desafiar todas las normas sociales y permanecer juntos? ¿Tendrán estas dos almas desafortunadas un final feliz?
La historia sigue a Maya Stone, una chica de 19 años, cuya vida tranquila en el hotel de sus padres da un giro inesperado cuando su amiga la involucra en un plan para confesarle sus sentimientos a Ares Bailey, un CEO importante, el cual se hospeda en ese hotel. Aunque Maya inicialmente se muestra escéptica, ya que Ares es un hombre mucho mayor a ellas, siendo una chica que jamás a experimentado los deseos carnales y mucho menos el amor, de pronto todo eso surge cuando ambos se conocen. Ares cae ante la belleza de Maya y aunque sabe que su diferencia de edades podría ser un gran problema, está dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario para estar con ella y sumergirla al mundo de la Dominación. A medida que su relación se intensifica, ambos se dan cuenta de que están destinados a pesar de los obstáculos que enfrentan.
Kallie era una muda. Su marido la ignoró durante cinco años desde su boda, no solo esto, ella hasta sufrió un aborto por culpa de su cruel suegra. Tras el divorcio, Kallie se enteró de que su exmarido se había prometido rápidamente con la mujer que realmente amaba. Sujetando su vientre ligeramente redondeado, se dio cuenta de que él nunca se había preocupado realmente por ella. Decidida, ella lo dejó atrás, tratándolo como a un extraño. Sin embargo, tras su marcha, ese hombre recorrió el mundo para buscarla. Cuando sus caminos volvieron a cruzarse, Kallie ya había encontrado una nueva felicidad. Por primera vez, él se humilló ante ella y le suplicó: "Por favor, no me dejes...". Pero la respuesta de Kallie fue firme y despectiva, cortando cualquier vínculo entre ellos: "¡Lárgate!".