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Hoy renuncio a mi cargo, dado que se ha realizado una denuncia en mi contra y no deseo que esto afecte al gobierno
Un hombre bueno, que nació en una familia de bajos recursos y con mucho esfuerzo logró ingresar a una de las más prestigiosas universidades del país, para estudiar la carrera que le brindaría a él y a su familia, un avance en la sociedad altamente clasista que le tocó compartir.
Después de 10 años de estudios, entre carrera y especialidad, por fin pudo graduarse de Médico cirujano, con altos honores, con especialidad en ginecología, subespecialidad en embarazos riesgosos y muchos postgrados y diplomados en salud familiar, gestión pública de salud, logró tener un lugar de médico director en un gran hospital.
Siempre cordial y sonriente, amigo de sus amigos, confiable y atento, no pasaba desapercibido entre sus colegas, principalmente entre sus colegas femeninas.
Sus pacientes lo apreciaban mucho por su calidez humana, su entrega, consideración y educación para tratarlas, sus consejos y lo previsor que era con todas y cada una de ellas.
Soledad era la matrona asistente, Lucía su secretaria a quien conocía desde el colegio, con quien tenía una gran amistad, una gran confianza por los años que se llevaban tratando.
Ambas mujeres lo miraban con adoración, pero ninguna captaba la atención amorosa del médico.
Gonzalo siempre correcto, siempre discreto trabajaba arduamente para avanzar en su carrera y además preparándose para ayudar a otros. Su misión de vida según él era eso, estar para los más vulnerables.
Cada día con el afán de entregar lo mejor de si, atendía a más pacientes que dos médicos juntos, incluso regalaba medicamentos, vitaminas y exámenes a mujeres carentes de dinero que llegaban a su consulta médica ginecológica. Ocasionando que cada día el número de pacientes aumentara más y más.
Fue así como un alto líder de un partido político lo llamó a sus filas, con la convicción que atraería una gran cantidad de votantes para esas elecciones.
Gonzalo no podía dejar su trabajo que con tanto amor desarrollaba, sin embargo la propuesta de llegar a más público y ayudar a más personas logró convencerlo y accedió a unirse.
Sabrina tardó tres años enteros en darse cuenta de que su marido, Tyrone, era el hombre más despiadado e indiferente que jamás había conocido. Él nunca le sonrió y mucho menos la trató como a su esposa. Para empeorar las cosas, el regreso del primer amor del hombre no le trajo a Sabrina nada más que los papeles del divorcio. Con la esperanza de que todavía hubiera una posibilidad de salvar su matrimonio, le preguntó: "Tyrone, aún te divorciarías de mí si te dijera que estoy embarazada?". "¡Sí!", él respondió. Al comprender que ella no significaba nada para él, Sabrina finalmente se rindió. Firmó el acuerdo de divorcio mientras yacía en su lecho de enferma con el corazón hecho pedazos. Sorprendentemente, ese no fue el final para la pareja. Fue como si Tyrone despejara la mente después de firmar el acuerdo de divorcio. El hombre que alguna vez fue tan desalmado se arrastró junto a su cama y le suplicó: "Sabrina, cometí un gran error. Por favor, no te divorcies de mí. Te prometo que voy a cambiar". Sabrina sonrió débilmente, sin saber qué hacer…
Durante diez años, Daniela colmó a su exesposo de un amor inquebrantable, solo para descubrir que no era más que un chiste para él. Humillada, pero decidida, se divorció de él. Tres meses después, Daniela regresó a lo grande. Ahora era la CEO oculta de una marca líder, una diseñadora codiciada y una rica magnate de la minería, y su éxito se reveló en su triunfal regreso. Toda la familia de su exesposo se abalanzó sobre ella, desesperada por implorar su perdón y suplicar otra oportunidad. Sin embargo, Daniela, ahora querida por el famoso Sr. Phillips, los miraba con gélido desdén y dijo: "Estoy fuera de su alcance".
Tras ser expulsada de su casa, Harlee se enteró de que no era hija biológica de su familia. Se rumoreaba que su empobrecida familia biológica favorecía a los hijos varones y planeaba sacar provecho de su regreso. Inesperadamente, su verdadero padre era multimillonario, lo que la catapultó a una inmensa riqueza y la convirtió en el miembro más apreciado de la familia. Mientras esperaban su desgracia, Harlee poseía en secreto patentes de diseño valoradas en miles de millones. Por su brillantez, fue invitada como mentora a un grupo nacional de aviación, atrajo el interés de varios pretendientes adinerados y llamó la atención de un misterioso personaje, ascendiendo a la cima del mundo.
Su vida era perfecta hasta que conoció al hermano mayor de su novio. Había una regla en la manada Night Shade: si el Alfa rechazaba a su pareja, perdería su posición. Y la vida de Sophia estaba relacionada con esa ley, pues era una Omega que salía con el hermano menor del Alfa. Bryan Morrison, el Alfa actual, no solo era un hombre de sangre fría, sino también un encantador hombre de negocios. De hecho, su nombre era suficiente para poner a temblar a las demás manadas, pues era conocido por ser muy despiadado. ¿Y si por un giro del destino su camino se entralazaba con el del Sophia?
El día de su aniversario de boda, la amante de Joshua drogó a Alicia, que acabó en la cama de un desconocido. En una noche, Alicia perdió su inocencia, mientras la amante de Joshua llevaba a su hijo en el vientre. Desconsolada y humillada, Alicia pidió el divorcio, pero Joshua lo consideró una rabieta más. Cuando finalmente se separaron, ella se convirtió en una artista de renombre, admirada por todos. Consumido por el remordimiento, Joshua se acercó a su puerta con la esperanza de reconciliarse, solo para encontrarla en brazos de un poderoso magnate. "Saluda a tu cuñada", dijo este.
Jennifer Bennett, la legítima heredera de los Bennett, luchó denodadamente por el reconocimiento de su familia, solo para verse eclipsada por una impostora. Enfrentada a falsas acusaciones, acoso y humillación pública, Jennifer acabó renunciando a ganarse su aprobación. Con la promesa de superar la injusticia, ella se convirtió en la pesadilla de quienes la agraviaban. Los esfuerzos de la familia Bennett por doblegarla no hicieron sino alimentar su éxito, llevándola a la altura con la que sus rivales solo podían soñar. Alguien le preguntó: "¿Te sientes defraudada por tus padres?". Con una sonrisa tranquila, Jennifer respondió: "No importa. Al final, el poder prevalece".