/0/15957/coverbig.jpg?v=645007f8e0337258e27b03821096fc4a)
Amatista y Enzo han estado unidos desde la infancia, enredados en un destino que los marcó desde el primer momento en que cruzaron miradas. Pero su historia no es la de un amor puro y sencillo, sino la de una obsesión profunda, una pasión indomable y una lucha constante entre el poder y la entrega. Él, un hombre criado para dominar el mundo de los negocios y las sombras, cuya presencia es sinónimo de control y peligro. Ella, una mujer que aprendió a moverse entre la élite con astucia, pero sin perder su esencia, dispuesta a desafiar las reglas que él mismo impone. Durante años, fueron todo el uno para el otro, hasta que una traición los rompió en mil pedazos. Amatista huyó, llevándose consigo un secreto que podría cambiarlo todo. Enzo, consumido por el deseo de recuperarla, la persiguió incansablemente, incapaz de aceptar su ausencia. Pero el reencuentro fue explosivo. Entre verdades a medias, celos insaciables y una guerra de voluntades, Enzo la arrastró de nuevo a su lado, dispuesto a hacerla suya, sin importar las consecuencias. En un mundo donde el poder lo es todo y la lealtad se compra con sangre, Amatista y Enzo deberán enfrentarse no solo a sus propios demonios, sino a las amenazas que acechan desde las sombras. Con aliados que pueden convertirse en traidores y enemigos que podrían ser la clave de su supervivencia, tendrán que decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para resistir el peso de sus propias decisiones. Porque en esta historia, el amor no es suave ni gentil. Es salvaje, peligroso... y absolutamente irrenunciable.
Amatista miraba el reloj por quinta vez en menos de un minuto. Las manecillas marcaban las nueve, pero ella sabía que Enzo no llegaría sino hasta pasadas las diez, como solía hacer cada vez que volvía al lugar donde la mantenía. Le llamaba su refugio, su pequeño santuario, pero ella sabía que detrás de esas palabras había una única intención: Enzo la ocultaba del mundo, y aunque Amatista estaba resignada a eso, también había noches como esta en las que deseaba ser algo más que su objeto más deseado.
Con un suspiro, recorrió con la mirada la mesa que había dispuesto con esmero. El mantel de encaje blanco caía en cascada sobre los bordes, y sobre él descansaban los platos, cubiertos y copas de cristal. Había puesto flores en el centro, velas que esparcían una luz tenue y suave, y al lado de su plato estaba la botella de vino tinto que Enzo prefería. Había cuidado cada detalle para que todo fuera perfecto, tal como sabía que él lo esperaba.
Una sonrisa se dibujó en sus labios cuando recordó su sorpresa al mirarse en el espejo. Había elegido un vestido negro de seda, con un escote sutil y detalles elegantes en encaje. El largo de la falda era perfecto, lo suficiente para insinuar sin mostrar demasiado. Se maquilló con cuidado, resaltando sus ojos marrones y aplicando un tono suave en los labios. Sabía bien cómo quería que él la viera, y cada toque en su apariencia estaba pensado en él.
Era su amor, sí, pero también era una obsesión que lo consumía y que ella aceptaba, aunque no siempre entendiera del todo la profundidad de ese sentimiento. Él la llamaba "gatita" con un tono que combinaba afecto y posesión, un apodo que ella aceptaba con una mezcla de sumisión y orgullo. Ella, por su parte, lo llamaba "amor", no solo porque lo sentía, sino porque sabía que era lo único que Enzo realmente quería escuchar de sus labios.
La primera vez que la llamó así, había sido un murmullo durante una aventura de niños, y esa palabra se quedó grabada en ella. Enzo Bourth la había hecho suya en más de un sentido, y esa noche estaba decidida a que él sintiera que cada segundo de su esfuerzo valía la pena.
Diez y cuarto. El sonido del motor del auto la hizo enderezarse y mirar hacia la puerta. Enzo estaba aquí, y su corazón comenzó a latir con fuerza, una mezcla de emoción y un nerviosismo familiar que siempre surgía cuando él llegaba después de una ausencia prolongada. No quería que él notara esa ansiedad, así que respiró hondo y mantuvo su postura perfecta, tranquila, aunque cada fibra de su ser anhelaba verlo y sentir su mirada en ella.
La puerta se abrió y él entró, llenando el ambiente con su presencia. Enzo Bourth, el hombre alto y corpulento de piel blanca y ojos oscuros, de mirada seria y voz ronca, que aún en su cansancio y expresión severa no dejaba de ser encantador y seductor. Su mirada la recorrió desde los pies hasta la cabeza, deteniéndose en cada detalle, y en sus ojos apareció una chispa de satisfacción, un reconocimiento de que ella había cumplido su rol a la perfección.
Amatista mantuvo su sonrisa, un gesto suave y calculado, sabiendo que a él le gustaba verla siempre serena, siempre encantadora. -Gatita -murmuró él, acercándose y tomando asiento a la mesa con la misma confianza de siempre.
-Amor -respondió ella en un susurro, usando el apodo que sabía que a él le gustaba escuchar, y se acercó para servirle vino.
El silencio reinó mientras ambos comenzaban la cena, un silencio que ella sabía que él valoraba. Enzo nunca había sido hombre de muchas palabras; prefería observar, escuchar, dejar que el momento hablara por sí solo. La comida, que había preparado con tanto cuidado, parecía gustarle, y eso la hizo sentir satisfecha. Mientras él comía, Amatista lo miraba de reojo, disfrutando de cada gesto, cada movimiento, cada expresión de aprobación que cruzaba por su rostro.
-La cena está deliciosa, gatita -comentó él al fin, con ese tono bajo y profundo que parecía resonar en el aire.
Ella sonrió, sintiendo una calidez recorrer su pecho. Sabía que para él la perfección no era solo un deseo, sino una exigencia. Desde que Enzo la había reclamado como suya, ella había entendido que cualquier defecto o fallo en ella no era aceptable, y aunque eso a veces la hacía sentir como si fuera solo un reflejo de lo que él deseaba, había noches como esta en las que estaba dispuesta a ser exactamente lo que él quería.
Mientras servía el postre, se atrevió a preguntarle algo, manteniendo la voz suave y cuidadosa. -¿Cómo fue tu día, amor?
La expresión de Enzo cambió ligeramente. No estaba acostumbrado a compartir detalles, y ella lo sabía. Su mundo era uno que la mayoría del tiempo estaba vedado para ella. -Complicado, gatita -respondió él, desviando la mirada.
Amatista, ansiosa por comprender un poco más de él, insistió suavemente: -¿Algún problema con tus negocios?
De inmediato, vio la sombra de enojo cruzar el rostro de Enzo. La línea de su mandíbula se tensó, y ella supo que había cruzado un límite. Antes de que él pudiera decir algo, Amatista adoptó una expresión juguetona, inclinándose un poco y rozando su mano contra la de él de manera coqueta.
-Perdón si soy muy curiosa... Solo quería asegurarme de que todo esté bien. -Su voz se tornó un susurro seductor, y en sus ojos había una chispa que lo desarmó por completo.
Enzo la observó en silencio, y después de un instante de tensión, su expresión se suavizó. Con una leve sonrisa, tomó su mano, apretándola con suavidad. La fascinación que sentía por ella era evidente, un deseo que lo dominaba y que a veces lo hacía vulnerable.
-Todo está bien ahora que estoy aquí contigo, gatita -le aseguró él.
Amatista sintió que sus mejillas se calentaban ante la intensidad de sus palabras. Sabía que él la amaba, pero también que ese amor estaba impregnado de una obsesión que era tanto dulce como peligrosa. Era suya, y él la veía como la pieza prometida que siempre había deseado, la recompensa que su padre le había augurado antes de morir. Amatista era el premio por el cual Enzo había aceptado el mundo oscuro en el que ahora vivía, y eso le daba a su amor una intensidad única.
Al terminar la cena, Amatista se acercó un poco más, y, tomando aire, le hizo una propuesta. -¿Te gustaría un baño, amor? Puedo prepararte algo relajante, creo que lo necesitas.
Enzo la miró, una ceja ligeramente arqueada, como si la oferta lo sorprendiera. Pero después de un momento, asintió. -Está bien, gatita. Será agradable.
La sonrisa de Amatista se amplió mientras lo llevaba al baño, donde ya había preparado el ambiente. Las velas, el aroma suave en el aire, y el agua caliente esperándolo. Enzo comenzó a quitarse la camisa, y ella, tomando un poco de valor, se acercó para ayudarlo, deslizando el tejido de sus hombros con suavidad. Sentía cómo su corazón latía rápido, pero mantenía la compostura, recordando siempre ser perfecta.
Cuando él se sumergió en el agua, Amatista se sentó al borde de la bañera, y mientras él cerraba los ojos, ella comenzó a acariciar sus hombros y su pecho bajo el agua. Sentía el calor de su piel, la dureza de sus músculos bajo sus dedos, y su respiración comenzó a acelerarse, consciente de la cercanía.
Sin abrir los ojos, él murmuró: -Gatita...
Amatista sonrió, inclinándose y dejando que sus labios rozaran su mejilla en un beso suave. -Estoy en mi periodo, amor... pero eso no significa que no pueda cuidarte.
Él abrió los ojos, y en su mirada había una mezcla de deseo y aprobación. La tomó del rostro, acercándola aún más, y la besó, un beso profundo, intenso, que la hizo perderse por completo en él. Sentía cómo su respiración se aceleraba, cómo su corazón latía desbocado mientras él la besaba con esa pasión que solo él podía darle.
Los besos se hicieron más profundos, más intensos, y Amatista sintió que el mundo se desvanecía alrededor de ellos. El agua, las velas, el silencio de la noche... todo parecía desaparecer en la calidez de ese momento, en la fuerza de su conexión. Enzo era su amor, su dueño, su todo.
Cuando los besos comenzaron a perder intensidad, Amatista se separó suavemente, dejando que su frente descansara contra la de Enzo mientras ambos recobraban la respiración. Sus manos aún acariciaban su pecho bajo el agua, trazando pequeños círculos con las yemas de sus dedos, sin dejar de mirarlo con esa devoción que era solo para él. Enzo suspiró y le dedicó una sonrisa que parecía relajar incluso sus facciones más endurecidas. Con un último roce en su mejilla, él salió del agua, y Amatista, con ternura, le ofreció una toalla, ayudándolo a secarse.
Ambos se cambiaron para descansar: Enzo se puso ropa cómoda, mientras que Amatista dejó el elegante vestido que había usado para la cena y se deslizó en su pijama suave, de tonos claros. La intimidad que compartían en cada pequeño gesto le hacía sentir que todo en ella existía solo para él.
Finalmente, se dirigieron a la cama, en esa comunión silenciosa que a ambos les era tan familiar. La luna derramaba su luz plateada por las ventanas, bañando la habitación de tonos suaves y relajantes. Amatista se acomodó bajo las sábanas, y Enzo, después de apagar las luces, se acostó junto a ella. Sin dudarlo, la rodeó con sus brazos fuertes, atrayéndola hacia él. Con la calidez de su respiración rozándole el cabello, se inclinó hacia ella y susurró:
-Eres mía, gatita... Solo mía.
Amatista sintió cómo su corazón se aceleraba con aquellas palabras, y al cerrar los ojos, una sonrisa serena iluminó su rostro. Se acomodó más cerca, dejando que sus cuerpos se entrelazaran, rodeada por sus brazos y su posesión absoluta. La noche avanzó, y juntos, enredados en la calidez de la otra persona, se dejaron llevar al descanso, seguros de que en ese rincón del mundo, al menos en ese momento, estaban en paz.
En "Mi fanática favorita", seguimos la emotiva historia de Defne, una joven hermosa y tímida que enfrenta los desafíos de un amor complicado con Max, un carismático y optimista cantante. Tras una apasionada noche juntos, Max traiciona a Defne al involucrarse con Melani, quien le da un hijo. Devastada por la traición, Defne se aleja y decide estudiar diseño de videojuegos en el extranjero, donde encuentra su propia voz y comienza a reconstruir su vida. Años después, Defne regresa y se reencuentra con Max, quien nunca ha dejado de amarla y la ha mencionado en entrevistas como su "fanática favorita". A pesar de su profundo amor, las sombras del pasado y las decisiones difíciles los llevan a separarse nuevamente, aunque Max sigue expresando su devoción a través de la música.
Catalina, una joven dulce e inocente, vive en la mansión Sorni junto a su hermano Samuel y su madre Laura. Su vida se ve sacudida por la aparición de Defne, una mujer enigmática y hermosa que se convierte en su confidente y protectora. Pero Defne esconde un oscuro secreto: es una espía enviada por Dave, el enemigo de Samuel, para vigilar a Catalina y ejecutar su venganza. Sin embargo, al conocer a Catalina, Defne siente un amor que la desgarra por dentro, obligándola a luchar entre su deber y su corazón. Mientras tanto, Samuel se ve envuelto en una peligrosa batalla contra Dave, quien busca destruirlo y a su familia. La tensión aumenta a medida que Dave planea su venganza, utilizando a Catalina como arma. Defne, atrapada en un dilema moral, se enfrenta a una decisión crucial: ¿deberá entregar a Samuel a Dave para proteger a Catalina, o luchará por su amor y arriesgará la vida de ambos? La novela se desarrolla en un ambiente de misterio, pasión y peligro. Los secretos se esconden detrás de cada muro de la mansión Sorni, mientras el amor prohibido de Defne y Catalina se convierte en un juego peligroso que podría destruir a todos los involucrados.
Henrik, un joven paranoico de una familia rica, creía que las mujeres eran oportunistas y materialistas. Y por eso que consideraba a Noreen una mujer frívola que lo desdeñaba por su discapacidad. Para vengarse de la muchacha, se disfrazó de mecánico de automóviles y se casó con ella. Al principio, se puso la máscara de un esposo amoroso que se preocupaba por su esposa, pero en realidad, no sentía nada por ella. Todo era una estratagema para que ella cayera en su trampa. Sin embargo, una cosa llevó a la otra y el plan de Henrik lentamente se salió de su control. No fue hasta que finalizó el divorcio que se dio cuenta de lo tonto que había sido. Comprendió que Noreen no era como otras mujeres en absoluto y que estaba locamente enamorado de ella. Hizo todo lo posible para recuperarla. Pero Noreen frunció el ceño y se burló: "Señor Sanchez, debes haberme confundido con otra persona. Nunca me casé contigo. Mi exmarido era solo mecánico de autos, y tú eres el hombre de negocios más rico del país. No creo que comparten ningún parecido entre ustedes dos. Por favor, te agradecería que dejaras de molestarme". Devanándose los sesos para encontrar la forma de reconquistarla, Henrik soltó: "Para ti, puedo volver a ser ese mecánico de autos. Estoy dispuesto a renunciar a todo lo que tengo para reparar los daños. Por favor, regresa a mí, cariño". Eso dejó a Noreen totalmente soeprendida. ¿Qué le estaba pasando a ese hombre arrogante?
Mi familia era pobre y tenía que trabajar medio tiempo todos los días solo para pagar las cuentas y estudiar en la universidad. Fue entonces cuando la conocí, la chica bonita de mi clase con la que todos los chicos soñaban salir. Era muy consciente de que ella era demasiado buena para mí. De todos modos, reuniendo todo mi coraje, le dije que me había enamorado de ella. Para mi sorpresa, accedió a ser mi novia. Me dijo, con la sonrisa más bonita que he visto en mi vida, que quería que el primer regalo que le diera fuera el último iPhone de gama alta. Un mes después, mi arduo trabajo finalmente valió la pena. Pude comprar lo que ella quisiera. Sin embargo, la pillé en el vestuario besando al capitán del equipo de baloncesto. Incluso se burló despiadadamente de mis defectos. Para colmo, el tipo con el que me engañó me dio un puñetazo en la cara. La desesperación se apoderó de mí, pero no pude hacer nada más que tirarme en el suelo y dejar que pisotearan mi orgullo. Cuando nadie lo esperaba, mi padre me llamó de repente y mi vida cambió. Resulta que soy el hijo de un multimillonario.
Él es el director del hospital más grande de Shine Empire. Ella es la hija del director del hospital Chengyang. Cuando el frío, despiadado y orgulloso Álvaro Gu se tope con la traviesa, simpática e impulsiva Ángela Si. ¿Qué química saldrá entre ellos?
Madisyn se quedó de piedra al descubrir que no era hija biológica de sus padres. Luego la verdadera hija de esa familia le tendió una trampa, haciendo que la echaran de casa y se convirtiera en el hazmerreír de todos. Creyendo que era hija de campesinos, Madisyn se sorprendió al descubrir que su verdadero padre era el hombre más rico de la ciudad y que sus hermanos eran figuras de renombre en sus respectivos campos. Todos la colmaron de amor, solo para enterarse de que Madisyn tenía un próspero negocio propio. "¡Deja de molestarme!", dijo su exnovio. "Mi corazón solo pertenece a Jenna". "¿Quién te crees que eres? ¿Mi mujer siente algo por ti?", reclamó un misterioso magnate.
Cuando eran niños, Derek le salvó la vida a Norah. Años más tarde, Derek quedó en estado vegetativo tras un accidente automovilístico y Norah se casó con él sin pensarlo dos veces. Con sus conocimientos médicos, incluso lo curó. Durante dos años, Norah amó a su marido con todo su corazón, esperando poder devolverle su bondad. Pero cuando volvió su primer amor, él pidió el divorcio. Sin dudarlo, ella estuvo de acuerdo. Lo que pocas personas sabían es que ella, etiquetada como "abandonada", era en realidad una piloto de carreras, una famosa diseñadora, una genio hacker y una reconocida doctora. Lamentando su decisión, Derek le pidió perdón a Norah. De repente, apareció un encantador CEO, abrazó a Norah y le dijo: "¡Aléjate de mi esposa!". Sorprendida, Norah soltó: "¿Qué?".