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La noticia de la muerte de Isabela apenas fue un murmullo; todos la recordaban como la "trepadora" que se aprovechaba de la fama de su exmarido, Javier, el ídolo pop. En un programa de televisión de máxima audiencia, Javier, con una sonrisa fría, se burló: "Digamos que la vida le dio lo que se merecía". El público y las redes sociales lo secundaron, reafirmando la imagen de ella como una villana obsesiva. Pero entonces, el presentador sacó una vieja caja de zapatos, revelando su "diario en audio": unas cintas de casete que prometían la verdad. Mi corazón se encogió al escuchar la primera cinta: "Javier... mi amor. Estamos casados". Aquella voz joven, pura y eufórica, era la mía, veintitantos años atrás, antes de que el brillo de la fama y la traición de Javier apagaran mi luz. La cinta continuó, desvelando cómo lo llamaba "Mi Clavelito", cómo pagaba las facturas cantando hasta el amanecer para que él pudiera componer. Después, escucharon cómo le supliqué al director de "Alma Gitana" para que le diera a Javier el papel principal, sacrificando mi propia oportunidad porque "su éxito era más importante". El estudio quedó en silencio mientras Javier, mi exmarido, palidecía, su falsa máscara de arrogancia hecha añicos. La verdad, ignorada y pisoteada durante años, surgía ahora de viejas cintas, revelando mi amor incondicional, mi dedicación silenciosa y mi dolorosa traición. El mundo me creyó una villana, pero ¿qué pasaría cuando escucharan cómo Javier me llamó "vulgar" y me usó mi trauma infantil como arma para destruirme? Con cada nueva cinta, mi voz rota cuenta la historia no de una trepadora, sino de una mujer traicionada, aniquilada, y finalmente, redimida por la verdad. Ahora, que el mundo me escuche.