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En mi decimoctavo cumpleaños, y el décimo aniversario de la muerte de mi padre, mi madre me maldijo al teléfono. Solo quería gritarle que estaba en peligro, pero mi voz ya no existía. Después, mi espíritu, ligero y frío, flotó mientras mi cuerpo inerte yacía en el suelo de cemento. Me convertí en un fantasma, una observadora silenciosa de mi propia tragedia. Así presencié lo impensable: mi madre, Annabel, la respetada criminalista, diseccionando mis restos desmembrados "caso 217" en la morgue, sin una pizca de reconocimiento. Ella, quien me negó alimento y amor por diez años, analizaba las heridas que su negligencia causó. ¿Cómo podía una madre no reconocer a la hija que cargó en su vientre? ¿Cómo pudo su ceguera ser tan absoluta, su corazón tan duro? El veneno que me arrojó, el odio que me profesó, la había consumido, impidiéndole ver la verdad... hasta que fue demasiado tarde. Mi mano izquierda, con el collar de mi padre, se convirtió en la prueba de un crimen que abarca una década de mentiras. Y desde este limbo, ahora soy la testigo principal de una verdad que destrozará a todos los involucrados.