/0/17591/coverbig.jpg?v=9c11ec9ae61cc9f2be0ca985d9d57de6)
A los dieciocho, Sofía se vendió para salvar a su abuela. Ricardo, un hombre enigmático, pagó la fortuna necesaria. Por dos años, la envolvió en una jaula de oro, en un cuento de hadas donde cada capricho era ley, haciéndole creer que era amada. Pero la llegada de Isabella, su ex y dueña del pasado de Ricardo, destrozó la farsa. "Solo eres uno más de sus caprichos temporales", escupió Isabella, lanzando un fajo de billetes. Y la prueba: una apuesta cruel. Un mensaje a Ricardo pidiendo rescate por un coche averiado, y otro de Sofía, por un falso accidente. El teléfono de Isabella sonó primero. La voz helada de Ricardo pidiendo una dirección la atravesó como una cuchilla. Luego, la humillación pública. Isabella enumeró los "momentos especiales" que Sofía creía únicos con Ricardo, revelando que cada uno era un eco de su propio pasado. Sofía ¡No era más que un reemplazo! Cuando Isabella, con una sonrisa triunfante, le arrojó el guardapelo de su abuela y lo rompió, Sofía estalló. Pero Ricardo, cegado por las mentiras, la empujó a la oscuridad helada del sótano, acusándola. ¿Cómo pudo ser tan ciega? ¿Cómo pudo confundir la posesión con el amor? Pero en esa oscuridad, nació una decisión. Sofía emergió, no la niña asustada, sino una mujer fría y decidida. "Seré exactamente lo que pagaste. Nada más, nada menos". Su corazón dejó de latir por Ricardo, se rompió para siempre, pero se hizo libre. París la esperaba, un nuevo futuro. No volvería a ser el juguete de nadie. Esta vez, el juego lo jugaría ella.